miércoles, 29 de diciembre de 2010

Las bromas del día de los Santos Inocentes

Ayer fue 28 de diciembre y se celebró a los Santos Inocentes, un día en el que las bromas están a flor de piel y en el que prestar dinero equivale a no verlo jamás.

Hace años acostumbraba a celebrarlo haciendo bromas "pesadas" a a algunos de mis amigos. Ninguna de ellas era lo suficientemente mandada como para poner en riesgo su vida, pero debo confesar que, más bien, era un tanto de mal gusto. Aprovechándome de que mi amigo Juan Guillermo -del que he hablado en entradas anteriores y a quien finalmente encontré el mes pasado- era norteamericano y se había ido a vivir a Estados Unidos, dije que había sido enviado pelear a Irak en la Primera Guerra del Golfo Pérsico. En otra ocasión, le hablé a un amigo para decirle que acababa b de ver en las noticias que un edificio muy cercano al suyo se estaba quemando y que debía salir inmediatamente. El pobre me escuchó tan angustiado que cayó redondito.

A resrva de estas y otras bromas hubo una en especial que resultó ser muy aleccionadora.  Carlos, Felipe, Javier y yo íbamos camino al cine cuando les pregunté si se habían enterado de que Erick, nuestros compañero de la escuela, había fallecido en un accidente automovilístico. La noticia fue tan fuerte que todos guardaron silencio por varios minutos hasta que, uno a uno, mis amigos reconocieron las bondades y virtudes del "fallecido".

No pude seguir con la broma pues, lo realmente impresionante es que ninguno de los ahí presentes soportábamos a este compañero por ser prepotente, engreído y mamón y, sin embargo, la noticia de su muerte bastó para que estos defectos fueran minimizados y las virtudes que, a todas luces, sabíamos que ni de chiste tenía, exaltadas.

Fue la primera vez que pude constarar cómo la muerte es el mejor medio que tenemos para idealizar a las personas, sin importar cuán buenas o malas hayan sido. Imagino que nio se trata sólo de un acto piadoso sino que también es un mecanismo para tener la conciencia tranquila con los que se han ido, particularmente con aquellos con los no tuvimos una buena relación en vida.

 La verdad es que la experiencia me asustó porque se me salió de las manos y empecé a comprobar lo que con los años he aprendido: que la muerte es algo serio y que bromas como ésta, además de no tener gracia, son de muy pésimo gusto. Desde entonces fui moderándome bastante con mis inicentadas, al extremo que ya las he dejado por la paz.

Aprovecho esta última entrada del año para desearles a todos lo mejor para el 2011. ¡Nos vemos el próximo año!

lunes, 6 de diciembre de 2010

El interesante caso de Julian Assange y Wikileaks

Para nadie era un secreto que Dimitri Mendeléyev realmente no gobierna Rusa, que decir Berlusconi es sinónimo de fiesta, que el narco en México controla partes del país, que el verdadero presidente de Argentina era -hasta su muerte- Néstor Kirchner, que el fundamentalismo islámico recibe apoyo financiero de jeques saudíes, que el gobierno chino atacó al portal Google, que Estados Unidos sostiene una postura intervencionista en el ámbito mundial...

Pero si todo eso lo sabíamos, ¿por qué tanto azoro ahora? Tal vez por la misma razón que nuestra percecpción de una película cambia cuando al empezar aparece la leyenda "este filme se basa en hecho real". Y es que nunca será lo mismo sospechar que confirmar pues, a final de cuentas, lo primero nos ofrece el privilegio de la duda en tanto que lo segundo no.

El 28 de noviembre pasado, el sitio de internet Wikileaks publicó cerca de 250,000 cables diplomáticos del gobierno morteamericano. Julian Assange, director y fundador del sitio, afirmó que tal hecho no pone en peligro la vida de ninguna persona (fuentes, espías, agentes encubiertos, informantes...)  y, en cambio, responde al derecho fundamental que posee todo hombre y mujer a ser informado.  A partir de ese momento Wikileaks dejó de ser un sitio de internet ejemplar para el quehacer periodístico del siglo XXI para transformarse en un enemigo tan nocivo como el fundamentalismo, el terrorismo o el narcotráfico

El mayor delito que cometió este espacio fue liberar información que el gobierno norteamericano custodiaba en SIPRnet, red de internet creada en 2001 para que las misiones diplomáticas, las agencias federales y las Fuerzas Armadas compartieran datos secretos. Uno supondría que, dada su importancia, serían pocos los que tenían acceso al sitio... Pues bien, aquí aplica el prinicipio mexicano de "¿qué tanto es tantito?" pues la cifra es de 2,000,000 de usuarios, lo que equivale tan sólo al 0.64% de los estadounidenses. El problema no es confiar  secretos comprometedores a menos del 1% de tu población, más bien creer que ninguno de esos individuos va a rajar... ¡Vamos, que hay que ser un idiota consumado para suponer tal cosa!

Otro "crimen" fue salpicar a los gobiernos de medio mundo poniendo en evidencia que son un hato de mentirosos que mientras que nos dice, a los ciudadanos, una cosa, hacen otra. Peor ha sido, para colmo, la respuestas de algunas administraciones, como la mexicana que intentó defenderse diciendo que la información de los cables estaba descontextualizada. Al respecto dos comentarios. El primero es que esa es una salida lo mismo fácil que pobre y carente de ingenio pues implica que ningún historiador pudiera estudioar el pasado recurriendo a fuentes como ésta. El segundo es que negar lo evidente sólo ayuda a encabronar más a una población que ha sido, y sigue siendo, víctima de las mentiras del sistema político.

El caso de Julian Assange y de Wikileak es prueba feaciente de que ser políticamente incorrecto es un delito grave. Por ello ahora los más tramposos son los que buscan que olvidemos el mensaje promoviendo el linchamiento del mensajero. Pero lo peor, lo que más me aterra, es que parece ser que el mundo es como México pues en él el poderoso es intocable y el débil no debe dejar su papel de víctima. Resulta que hoy lo aceptable es mentir en tanto que lo cuestionable es denunciarla; lo admisible es torturar, lo objetable acusar; lo admirable es lavar dinero, lo incorrecto es acusar; lo conveniente es asesinar, lo errado litigar... 


Por último, para nadie es un secreto que vivimos en la "porqueriza global" y, sin embargo, olvidamos que es así porque lo permitimos, no porque esa sea su naturaleza...

lunes, 29 de noviembre de 2010

Diciembre no fue creado para descansar


En la medida en que diciembre se acerca, son más las personas que dan su segundo esfuerzo con tal de gozar unas merecidas vacaciones. Sin embargo, yo no lo tengo tan claro.

En principio, habría que definir el concepto "vacaciones". Mientras que para unos representa la posibilidad de no ir al lugar donde se labora, para algunosimplica dejar la ciudad para ir a la playa o la costa, en tanto que para otros es, simplemente, la ocasión de vagar como Dios manda.

Con orgullo afirmo mi pertenencia a los últimos, a ese colectivo cuyos miembros somos víctimas de la sociedad de consumo, que vivimos en carne propia el espejismo de las vacaciones navideñas y que creemos a pies puntillas en la máxima: "Diciembre no fue creado para descansar".

Cuando es un novato en esto, llega al último día de trabajo con una sensación de alegría que se suma a la del optimismo de quien se sabe dueño de su destino y de sus días. Ya sea con varias copas encima, o sin siquiera haberlas tocado, en el brindis de fin de año uno se vuelve  más agradable y efusivo con los compañeros del trabajo de tan sólo pensar en los gratos tiempos de vagancia que están por venir.

Sin embargo, esta sensación se disipa con gran facilidad. Basta la llamada del familiar  político que uno ni conoce, del amigo que casi nunca se manifiesta o de aquella tía que uno creía muerta para ver cómo se jode el plan gracias a una frase aparentemente inocente pero que en realidad es muy venenosa: "estoy organizando una pequeña reunión en casa y quisiera invitarte". Tal vez alguno haya alguien que piense que exagero, pero quienes creen que diciembre no fue creado para descansar saben a qué me refiero pues el problema con estos compromisos es que nunca vienen solos, siempre caen en cantidades generosas de tres, cuatro, cinco, seis...

De ellos, los que se deben evitar a toda costa son los de los conocidos; esas pérsonas que sin ser familiares ni amigos que "aparecen" mágicamente en este tiempo. Hay que recordar que pese a los buenos deseos que suele producirnos diciembre, también es un mes que gracias a ese maravilloso invento que es el aguinaldo, hace que otros nos vean con cara de cajero automático o de vendedor diamante de Amway.

A ello habría que sumar otros dos factotres: el tráfico y las compras que anteceden a la Navidad. El alejamiento del trabajo se traduce en un acercamiento al carro y la ausencia de horas nalga en la silla oficina se transforma en la abundancia de horas nalga en el coche sin nada más que hacer que pasar el rato escuchando la radio o mentándole la madre a quienes comparten con uno este viacrucis. En esta línea habría que considerar además, no podría ser de otra forma, un tipo de traslado que es aún más aterrador: el del cambio de los regalos que nos quedaron o no nos gustaron, lo que en realidad representa una enorme pérdida de tiempo y de energías que bien se podría estar mal gastando con una sabrosa siestecita o una buena terapia de aturdimiento televisivo.

La situación puede empeorar (en lo que denomino el efecto "navidad completa") cuando en medio de esa orgía de comidas que acompaña a diciembre se tiene la mala fortuna de ingerir un alimento en mal estado, peor aún si ello sucede en un festejo al que se asistió gracias a las tácticas intimidatorias de la pareja o los padres. De nueva cuenta uno pierde horas -tal vez días, según la afección que ataque- haciendo horas nalga  ahora sentado en el consultorio, en cama o, peor aún, en la diosa de porcelana.

Si diciembre no fue creado para descansar, entonces ¿para qué carajos existe? No tengo la menor duda de que se trata de un invento hecho por los patrones para que regresemos a trabajar con más ganas pues, a final de cuentas, el resto del año si se hizo para trabajar y bastante duro...

miércoles, 17 de noviembre de 2010

De Rock en tu idioma y otras zonceras ochenteras

Era bastante comercial, muchas veces simplón, un tanto superficial y la mayoría de las veces muy pegadizo y, pese a todo, nos encantaba. Era Rock en tu idioma, un proyecto de la disquera BMG para promover , a mediados de los años ochenta, a bandas poperas argentinas, españolas y mexicanas. Fue de este así, como los jóvenes de entonces descubrimos a Sosa Stereo, Enanitos Verdes, GIT, Toreros Muertos, Radio Futura, Hombres G, Orquesta Mondragón, Olé-Olé, La Unión, Botellita de Jérez, Kenny y los Eléctricos, Fobia, Caifanes...

El comentario hoy puede paracer nimio, tal vez exagerado, pero en la década de los años ochenta la historia era diferente. De entrada el tema de los grandes conciertos nos era del todo ajeno. En 1969 los Doors , con todo y el grandioso Jim Morrison, tocaron en un pequeño lugar llamado "Forum", si bien cuenta la leyenda que inicialmente, y a manera de engaño, se les había ofrecido la Plaza de Toros México. Años después, en 1982, Queen ofreció unos cuantos conciertos en Puebla, y en 1987 Miguel Ríos ofreció un concierto en la Plaza de Toros México para el que los boletos volaron y muchos nos quedamos sin la oportunidad de verlo.

Que no tuviéramos megaconciertos fue culpa del gobierno, al que las grandes concentraciones de jóvenes -al igual que en 1968- seguían sin gustarle y, en consecuencia, solía ponerse tan pesado para aiutorizar las tocadas, que muchos grupos interesados en presentarse en México, terminaban por desistir.

Lo anterior no significa que carecíeramos de espacios para escuchar música en vivo. En el caso de los grupos mexicanos, estaba "Rockotitlán" (su lugar hoy lo ocupa el "Bar Amapola"). Se trataba de un pequeño espacio en el que Fernando Arau, copropietario del lugar, presentaba entre chistes y albures a los mejores grupos del momento. Ocasionalmente, algún hotel céntrico traía a un grupo español para que ofreciera unos cuantos conciertos. Fue de esta forma como pude ver en febrero de 1988, y en compañía de Susi, a Olé-Olé y a su escultural cantante: Marta Sánchez.

El problema era que vivíamos en un país donde imperaba un censura tan estúpida que la esposa del presidente Miguel de la Madrid solicitó, y con éxito, a la única compañía de televisión por cable , que dejara de transmitir la señal de MTV por que sus videos eran inmorales. Curiosamente este defecto pareció desaparecer cuando Televisa los empezó a transmitir los sábados a las 9 de la noche 

Si esto es risible, más lo es decir que en la radio se censuró la canción "Devuélveme a mi chica", de los Hombres G porque en una parte se escuchaba la frase "sufre mamón", lo que no pasaba con  "Skápate, canción del grupo venezolano Desorden Público" que contenía la máxima memorable: "y cuando enamorado hagas el amor, no te olvides por favor de ponerte un condón". Cosas del destino y de la estupidez.

Esta censura era absurda porque, en su afán de mantener las buenas formas, se mostraba temerosa de un movimiento musical muy propio de la Generación X que no pretendía despertar conciencias, sino divertir a los jóvenes con canciones tan babosas como "Autos, moda y rock and roll" de Fandango; "Viviendo de noche" de Veni, vidi, vici; "Me quieres cotorrear" de Kenny y los eléctricos; "Quiero una novia pechugona" de La Trinca; "Mi aguita amarilla" de Los Toreros Muertos, y otras tantas más que no podían faltar en cualquier fiesta y que hoy, a veinticinco años de distancia, siguen siendo referente fundamental para toda una generación.

viernes, 29 de octubre de 2010

Los muertos se acercan...


En México las fiestas de "Halloween" y del día de muertos se entremezclan en estos días. Y es que parecería ser que no tenemos empacho alguno en festejar una fecha y la otra, en tanto que se trate de celebrar a nuestros muertos.

Hay gente que se toma muy en serio estas fechas, ya sea para convivir con sus difuntos o para buscar el mejor de las disfraces posibles para la fiesta; sin embargo, habemos otros (hemos habido otros, debería precisar) que concebimos el 31 de octubre para echar relajo y "hacer gamberradas", como solía ecir mi abuela.

Un par de años nos dio por literalmente atrincherarnos en casa del Lagartijo para hacer "de las nuestras". Nos reuníamos a las cinco de la tarde para llenar globos con agua, meterlos en cubetas y llevarlos a puntos estratégicos de nuestro fuerte. Éste era, en realidad, una parte alta de la casa que aún se encontraba en obra negra y que era ideal para atacar a nuestras víctima que, por lo general, eran grupos de adolescentes que por lo visto aún no se daban cuenta de que ya habían crecido.

¿Abusivo?, ¡cierto!; ¿alevoso?, ¡por supuesto!; ¿gandalla?, ¡incuestionable! Pero a la vez era divertido, o al menos lo fue hasta que tuvimos un incidente producto de la distracción y de la falta de comunicación. El Lagartijo había lanzado un globo con agua a un grupo de gandules, quienes ante la agresión, nos empezaron a insultar. Mientras ellos nos amenazaban y sin que me diera cuenta, Amat lanzó otro lobo que cayó en un coche que pasaba entonces y que frenó en seco. El momento mágico se dio cuando grité "a ver si son tan machos". Dediqué la frase a la banda de gandules, pero, lamentablemente, la escucharon los tres tipos que viajaban en el auto. Lo que recuerdo de la escena es que se bajaron rápidamente del auto, estaban bien "mamá dolores" y que uno de ellos espetó: "ahora ya se los llevó la chingada".

Vimos que abrían la cajuela del coche y nada más. Corrimos a refugiarnos en el primer lugar seguro que encontramos -un baño a medio acabar- y escuchamos una serenata de sonidos que incluyó el ruido de botellas estrelladas, el de un vidrio quebrado y el de madera que cedía a patadas. Aún cuando el escándalo había cesado tardamos un buen rato, el mismo que nos llevó serenarnos, en salir del escondite y bajar a la calle para ver "el estado del arte". Había por lo menos restos de cinco caguamas vacías, la casa continua tenía uno de los vidrios de la fachada rotos y la puerta del garaje del Lagartijo estaba astillada y con evidentes muestras de violencia.

A partir de entonces no hubo más globos con agua. Lagartijo se iría a vivir a Estados Unidos meses después, en 1987, y los demás, aunque fuera sólo por unos años, utilizamos el 31 de octubre para juntarnos y hacer cosas inéditas (y menos violentas), como ir a Rockotitlán, por ejemplo. Finalmente, en 1990 suspendimos toda actividad en esa fecha (recuerdo estar leyendo un texto aburridídsmo de los mexicas) tal vez porque, muy en el fondo, sabíamos que hay veces en la vida hay que liberarse del pasado para seguir adelante.

lunes, 18 de octubre de 2010

Sin título

Dicen que todo tiempo pasado fue mejor y yo, francamente, así lo creo. Está atrapado en nuestra mente bajo la forma de recuerdos y de idealizaciones que, lejos de ser testimonios fieles del pasado, son potentes drogas que nos hacen más tolerable el presente.

Recordar el pasado es una de las actividades que más me gusta, este blog es fiel testigo de ello, si bien es cierto que reconozco que ello no deja de ser un tanto doloroso pues recrear lo que ya dejó de ser es tener entre las manos recuperar por unos instantes algo que sabemos de sobre que nunca más volverá. Sin lugar a dudas este es otro camino más en la senda del masoquista.

Y todo esto lo traigo a colación porque desde hace un días no hago más que pensar en cuando tenía diecinueve años. "Qué fregona era esa época", me repito cada vez que pienso en aquella época en la que la libertad, los amigos, las fiestas, las mujeres y la diversión eran lo único que me importaban y en donde mi vida era aparentemente perfecta.

Remarco la palabra "aparentemente" pues después de babear un rato con los recuerdos procuro ponerlos en perspectiva y con ello, mi paraíso diecinuevesco se desvanece poco a poco ante las imágenes que van saliendo de los archivos más profundos de mi memoria y que nos destacan por ser precisamente los más gratos.

Así, repentinamente me percato de que aquel no ha sido el mejor de mis tiempos. Me vuelvo momentáneamente honesto y caigo en la cuenta de lo fácil que era ligar, pero lo difícil que resultaba encontrar una mujer para algo más que pasar el rato; lo fastidioso que podía ser ir a las fiestas para terminar la noche haciendo entregas a domicilio de bultos etilizados; lo molesto que podía ser llegar a casa y dar explicaciones a mis padres sobre cualquier cosa que quisieran saber; la monserga que en ocasiones resultaba tener que soportar ese ambiente tan pesado que imperaba en la universidad; y lo frustrante que podía ser creer en la libertad y no poderla vivir plenamente.

Todo tiempo pasado fue mejor... en la cabeza de cada uno, pues en la realidad, ha sido igual de bueno y  de malo -matices a parte- que el presente. Lo que pasa es que hay momentos en los que el aquí y ahora es tan crudo y confrontante, que nos nos queda más que recogernos y refugiarnos en aquellos momentos pretéritos que día con día nos confeccionamos a la medida.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Las redes virtuales y el "efecto Lázaro"

Primero me rehusé pero, a final de cuentas, terminé cayendo en "las garras" de las redes sociales, especialmente de Facebook.

Mi fascinación no sólo se debe a la posibilidad de adentrarme en la vida de los demás y estar al tanto de lo que piensan, sienten, creen y esperan; también es una herramienta fabulosa para reencontrarme con gente que ha sido parte de mi vida y, en ese sentido, revivir momentos del pasado.

No niego que ha sido grato, incluso emocionante, toparme con gente de la que hacía décadas que no tenía noticias para ponernos al tanto de nuestras vidas y ver cómo hemos cambiado, si bien hay algunos que siguen igual que cuando teníamos 18 años.

Pese a todas sus bondades, el medio no es perfecto pues es un espacio ideal para que se dé el "efecto Lázaro" que no es otro que aquel por el que gente del pasado que creíamos muerta resucita e intenta reaparecer en nuestras vidas. Sorpresas como esas me ponen de mala leche pues suele ser incómodo recibir un mensaje que te indica que te han mandado una invitación de amistad. ¡Diablos!

Creo que en algunos casos se trata de amnesia y tengo un caso que lo ejemplifica. El otro día entro a Facebook y me encuentro con la invitación que me dejó frío.  Se trata de una persona que fue mi alumno , colaborador en un proyecto y, finalmente colega en la docencia. Nos encontramos a fines del 2006 cuando yo trabajaba en el INBA y el sexenio estaba por acabar; él  por contra, tenía un buen cargo y laboraba en el sector cultural privado. Fue muy amable y me ofreció trabajo en caso de que las cosas me fueran mal en el futuro... y ahí empezó el viacrucis. 

En diciembre sostuvimos una entrevista y me pidió que le mandara algunos de mis escritos para que su jefa los viera, pero eso no fue suficiente pues, a continuación, recibí un correo en el que me solicitaba que analizara una imagen que me anexaba. Hice lo anterior y, de pronto, desapareció pues ya no respondía a mis correos y llamadas. Cuatro meses después, y tras haber resuelto mi situación laboral, recibí una carta en la que me comunicaba que no había sido aceptado. Hoy, tres años después, parece haber olvidado todo lo anterior y me envía una invitación para ser amigos facebookeros. Como solía decir un maestro: "en esta vida el fondo es forma".

Otras veces creo que el fenómeno no es producto de la amnesia sino de un agenda oculta, bueno, de una agenda burdamente oculta. Así, por ejemplo, recibí un mensaje de una persona con la que jamás tuve una buena relación y de la que hacía siglos que no sabía cosa alguna. Sus palabras eran tan emotivas que me estaban convenciendo... hasta que recordé que un pariente suyo era mi alumno y que no le estaba yendo muy bien en el curso. Todo hubiera podido quedar en una mera coincidencia, si éstas existen, de no ser porque en algún momento le mencioné al estudiante lque de niño había conocido a un tío suyo, quien precisamente era el papá de la persona que me mandó el mensaje. Demasiado bello para ser real.

Lo bueno es que al final del día, la ventaja de Facebook sobre la vida reales que sólo se requiere hacer un "click" para mandar a nuestros "Lázaros" de vuelta a su tumba.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Maldito dinero

Dice la sabiduría popular que el dinero trae dinero... y yo diría que a él le siguen un montón de gastos.

Hay veces que uno ya no sabes qué es peor: si recibir un pago a sabiendas de que el dinero que se recibe ya es propiedad de un banco, en este caso de mis  amigos de "Scotiabank", o, de plano, recibirlo  y echar a volar la imaginación pensando en cómo se lo va a gastar. De las dos opciones a mi me da más miedo la segunda  porque, a final de cuentas, es la primera pero en  versión cruel.

No sé por qué, pero cuando me cae un pago extraordinario algo, y no bueno, me acontece. Repentinamente mi computadora entra en agonía y veo cómo lentamente va perdiendo sus funciones vitales hasta quedar en un estado vegetativo que me pone de muy mala leche. Otras veces el coche se queja y exige un cambio de amortiguadores, de bandas o, de perdida, unas balatas nuevas; o la casa pide a gritos  cambios, cambios y más cambios. Y ni modo, debo decirle adiós al dinero con cara de compungido y con una serie de fuertes calambres en el codo.

La ocasión más ruda de todas sucedió hace nueve años justo el día que habia recibido un cheque de regalías. Había ido a la casa de una de las lectoras de mi tesis de maestría (que, a la postre, ni mi sinodal fue) para buscar sus correcciones. Estaba a punto de llegar a mi trabajo cuando ¡zas!... que atropello a un parroquiano.

Me quedé en el lugar hasta que una ambulancia se llevó a "la víctima" a la Cruz Roja. Por petición ed mi aseguradora y de José Ignacio, mi cuñado, me entregué en la oficina del Ministerio Público (M.P.) que se encuentra en el mismo hospital.

La experiencia resultó extraña porque tuvieron que trasladarme a otra agencia del M.P. para tomarme la declaración. El viaje fue cortesía de la Policia Judicial, que me mandó en una de sus patrullas con un par de judiciales que, además de atentos, resultaron ser unos conocedores consumados del género operístico.

Cuando llegué a la nueva agencia no me pudieron tomar la declaración porque como era la primera vez que en un atropellamiento el "agresor" se entregaba, ignoraban cuál era el procedimiento a seguir. Tuve que esperar hasta las 8:00 a.m. para que se diera el cambio de turno, mi esposa pagara la fianza con el cheque que había recibido menos de 24 horas atrás y llegara un abogado que mi primo político me había mandado y cuyo consejo fue: "Para la próxima mátalo. Le pagas el traje de pino al difunto y sales rápido de broncas".

Que los billetes ayudan mucho en la vida, es una verdad incuestionable. Sólo hay que tener cuidado y comprender que son como los hijos: en realidad no son nuestros y sólo están de paso.

domingo, 22 de agosto de 2010

Yo sólo sé que no sé nada de historia de lndependencia mexicana

Conforme se acerca más la supuesta fecha del bicentenario de la Independencia mexicana, las autoridades del país están más desquiciadas y yo me vuelvo menos "políticamente correcto" y mucho más jodón.

Hace una semana desfilaron por las calles del centro del Distrito Federal los restos de 14 héroes "que nos dieron patria y libertad".

La historia es curiosa pues para hacer este teatro, los restos fueron extraídos de la columna de la Independencia -y los de Vicente Guerrero, del Panteón de San Fernando. En principio debían ser 12 los héroes rescatados pero, ¡oh milagro!, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrieron gracias a la evidedncia documental, y no con pruebas de ADN, que en la columna descansaban los huesos de dos más: Pedro Moreno y Víctor Rosales (el último muy poco reconocido en la historiografía nacional). Más que buenos, los investigadores del INAH son magos a los que les bastan los documentos para sacar 13 héroes de donde en un principio había 11.

Otro dato llamativo es que para montar este paseo no se consideró incluir los huesos de Agustín de Iturbide (que reposan en la Capilla de San Felipe de Jesús de la catedral Metropolitana). Imagino que pesa más lo que dice la historia oficial que la verdad pues guste o no, fue Iturbide, y no Miguel Hidalgo, José María Morelos o el entrañable Xavier Mina, quien consumó la independencia.

Tradicionalmente se justifica este desprecio diciendo que fue un traidor de la Patria que se merece el olvido. Pero, ¿acaso no implica también traicionar a la Patria al evadir impuestos, saquear las arcas del erario público, hacer leyes que sólo beneficien a un puñado de mexicanos, cometer fraude electoral? Y pese a ello, todos los días vemos a estos "patricidas" dando conferencias por el mundo, saliendo en los medios diciéndonos lo que más nos conviene o dizque trabajando en los poderes federal, estatal y municipal. Preguntémosnos, entonces, quién ha hecho más daño a México y quién merece el olvido -además la cárcel, pues muchos de estos desgraciados se aprovechan precisamente del olvido para delinquir a sus anchas.

Pasear las osamentas de los héroes patrios y ponerlas en exhibición en una expsoición me parece, francamente, un acto circense de mal gusto. ¿Qué esperan nuestras autoridades con ello? ¿Esta es la forma en la que desean fomentar el nacionalismo? ¿Realmente buscan reavivar el nacionalismo o es una mera ocurrencia de José Villalpando? ¿Es así como los mexicanos hacemos Patria?

Sea lo que sea, lo cierto es que los festejos del bicentenario son una verdadera lástima. Las autoridades dejaron pasar una oportunidad ideal para asentar las bases de una historia nacional más de carne y hueso y menos de bronce, más madura y menos pueril, más veraz que ficticia y facciosa, sobre el nacimiento de México como un país.

En cambio, nos encontramos con la reiteración de los mitos (que siempre será más sencillo que lanzarse a la búsqueda de la verdad), el derroche de recursos en proyectos millonarios que parecen ser más producto de la improvisación que de la reflexión y la presencia de personajes nefandos más interesados en alcanzar el prestigio personal o de partido que en hacer las cosas bien.

Todo esto es, en síntesis, testimonio del problema fundamental que cargamos los mexicanos desde hace tiempo: "ser gobernados por políticos y no por estadistas".

martes, 10 de agosto de 2010

El inicio de cursos

Hace justo una semana iniciamos clases en la Universidad en la que trabajo y, la verdad, es que me está costando mucho trabajo.

Hace muchos años atrás solía pensar que el arranque de un nuevo semestre siempre era más difícil para los alumnos pues los maestros con experiencia, al fin maestros, ya estaban acostumbrados a ese trajín. Hoy, sin embargo, reconozco que estaba equivocado.

Y no me estoy refieriendo al tema de calificar trabajos y tareas, de por sí bastante aterrador al tiempo que enojoso, sino al simple hecho de iniciar un nuevo ciclo y lo que ello conlleva.

En prinicipio, hay ciertos cambios administrativos y técnicos que te dificultan las cosas precisamente por eso, por ser nuevos. Y es que justo cuando uno acaba de empezar a dominar un sdeterminado sistema, para subir calificaciones por ejemplo, éste sufre ciertos cambios que, en aras de hacerlo más amigable, te fastidian la vida pues implican, al menos en mi caso, una labor de reaprendizaje basada en la vieja técnica de "ensayo y error".

Luego siguen las bronquillas entre los colegas que surgen a raíz de la reasignación de la carga administrativa.  Quienes en el semestre reciben más, se quejan amargamente por considerarla como una pérdida de tiempo, en el mejor de los casos, o como un castigo por parte de la autoridad. Ello se entiende, no así el afán de algunas de estas personas por atacar a aquellos a los que se les ha quitado un poco de este "peso" para que se desarrollen en otras áreas.

Más allá de lo anterior, lo que más trabajo me cuesta es la renovación del "stock" estudiantil. Esta es la primera vez en los últimos 10 años en que me encuentro en la situación de no trabajar con gente conocida. Tengo cerca de 130 alumnos con los que tengo que trabajar y que me resultan completamente extraños.

Lo anterior puede parecer una tontería, pero no lo es. Cada generación que ingresa a la carrera es diferente, con todo lo bueno y lo malo que implica. Trabajar con gente nueva es un reto en cuanto a que tienes que conocerlos como personas y grupos; conocer cómo trabajan de mejor manera y qué actividades se las facilitan más; debes saber qué grupos trabajan más, cuáles son más disciplinados o aprehensivos e identificar a aquellos con los que hay que andarse con pies de plomo.

Cuando tienes al mismo tiempo grupos nuevos y conocidos la situación es un tanto diferente pues mientras que con los primeros llevas a cabo los procesos mencionados, con los segundos te puedes relajar  -al menos en la mayoría de lo casos- desde el primer día de clases y llevar con ellos una relación un tanto desenfadada.

Por otro lado, y recuperada ya la calma, debo confesar que este inicio de semestre es un reto interesante pues me resulta grato estar cerca de gente joven que se muestra llena de ilusiones, deseosa de aprender cosas nuevas y de demostrar todo lo que sabe. Si bien esta no es una receta para la eterna juventud, y yo no pretendo ser un Dorian Gray posmoderno, creo que al menos es una ocasión única para no perder "vigencia" al estar al tanto de los credos, frustraciones, ilusiones y reclamos de las nueva generaciones. 

Visto de este modo, me considero afortunado pues creo que somos pocos los que tenemos tan preciada oportunidad en la vida.

miércoles, 28 de julio de 2010

Guste o no, creo que...



Hace tiempo que deseaba escribir una entrada así, pero no me animaba. Un ejercicio como este es una especie de radiografía en la que, más que, desnudarse uno muestra de lo que está hecho; y, sin embargo, en ocasiones es necesario hacerlo.

Creo que el fútbol no es un deporte de panaderos, de la misma forma que usar un saco de pana con coderas de piel y llevar un libro bajo el sobaco no es sinónimo de ser intelectual.

Creo que no hay emoción más grande que gritar un gol a todo pulmón en el estadio o en la casa, tomar protesta al final de un examen profesional, decir "si, acepto" o cargar por primera vez a tu hij@.

Creo que es un auténtico privilegio tener la madurez para arreglar las "cuentas pendientes" con tus seres queridos y poderte despedir de ellos poco antes de morir.

Creo que hablar y escribir sin cesar con palabras redundantes es muestra palpable de pobreza intelectual y, peor aún, humana.

Creo que nos pasamos más tiempo preocupándonos por lo que los demás dicen y piensan de nosotros, que en saber qué pensamos de nosotros mismos.

Creo que cada uno de nosotros tenemos derecho a tener padres y abuelos que nos amen y nos soporten; pero no todos nacemos con el instinto, el deseo y las habilidades para serlo.

Creoque los hombres sabemos que la vida es cambio, una muerte constante de la que, tras los funerales y pésames, solemos olvidarnos.

Creo que debemos dar a otros una segunda oportunidad en esta vida, aunque es seguro que quienes no la merecen no lo agradecerán y echarán pestes de nosotros.

Creo que si existe la amistad verdadera del mismo modo que abundan quienes se hacen pasar por tus amigos para obtener un beneficio o, tmás triste todavía, porque esa es su naturaleza.

Creo que dar el privileguo de la duda no es producto de generosidad; por el contrario, es un acto que hace más llevadera nuestra existencia.

Creo que los que defienden la idea de que a quien no le gusta el tequila y el mariachi no es mexicano son , en realidad un puñado de patrioteros que no tienen la menor idea de lo que significa vivir en este país hoy.

Creo que la política mexicana es un sistema parasitario que se nutre inmisericorde del pueblo y que la diferencia entre los ladrones y nuestro políticos es que los segundos están legalmente habilitados para robar.

Creo que los humanos somos seres que hemos nacido para ser felices, pero muchos son lo suficientemente idiotas para creer que reside en una inmensa cantidad de tonterías.

Creo que todas nacemos iguales, pero como a muchos les resulta tan chocante la idea, no pierden ocasión para diferenciarse de los demás.

Creo que el hombre es bueno por naturaleza, del mismo modo que entiendo porque Maquiavelo lo concibió como un ente perverso y egoísta dada la notable habilidad de muchos para acumular mierda con los años.

Aclaro que no afirmo que todo lo que he dicho sea verdad, más bien que, guste o no, esto es en lo que creo...

martes, 13 de julio de 2010

Sobre los cumpleaños

Acabo de cumplir 41 años y lo digo con satisfacción y orgullo Con orgullo por las cosas que he podido hacer en todo este tiempo y poeque estoy vivo; con orgullo por la cantidad de felicitaciones que recibí hace unos días, la mayoría de ellas sinceras.

Lo cierto es que cada cumpleaños se debe celebrar de forma diferente pues, además de que uno es más viejo, las circunstancias cambian de un año al otro, de una década a la otra. Cuando era un niño, además de los regalos me encantaba que cada 8 de julio fuera yo quien escogiera el menú para la comida, mismo que consistía en un puré de frijoles, un pollo como sólo mi abuela Mari lo sabía hacer y un pastel de moka de Arnoldi. ¿Soso?, si; ¿aburrido?, tal vez, pero era lo que a mi me gustaba en ello encontraba el mayor de los regalos.

Luego vino el verano de 1987, la primer celebración que pasé lejos de casa, pero no por ello sólo. Gracias a mi primo Nacho y sus amigos, algunos de ellos mis amigos ahora, me la pasé como nunca antes lo había hecho. Fuimos a "El Puentín", un merendero muy famoso en Gijón que terminó siendo vistimado por el progreso, donde bebimos sidra, comimos tortilla de patata y chorizos a la saidra; nos tomamos un montón de fotos -que por pudor ni me atrevo a subir- y recibí regalos tan extraños como un soldado alemán de la II Guerra Mundial que se encuentra cagando -y que aún conservo-, un calendario del kamasutra y una camisa negra con morado, por citar algunos presentes. De ahí nos marchamos todos, medio entonados, a "El Oasis"  a pasar la tarde bailando como enajenados.

Otras veces tuve la fortuna de que me tocara estando de pata de perro. Así, la primera vez que puse un pie en París, acompañado de mi amigo Mario, fue un ocho de julio, bastante ajetreado, por cierto, pues llegamos sin tener un lugar donde quedarnos y con unos conocimientos menos que elementales del francés. En otra ocasión vez tuve la oportunidad de darme como auntorregalo una visita de varias horas al Museo Británico, no soy muy afecto a los museos pero era la primera vez que estaba en Londres.

Recuerdo una vez que me dio por juntar a mis amigos de la prepa con algunos de los alumnos de la escuela en la que deba clases y nos fuimos al famoso "Salón Tenampa". Bebimos como cosacos, jugamos a ver quién era la persona que más aguantaba los toques eléctricos (la final la disputaron Soto y Chück y, si mal no recuerdo, ganó el último) y, a la salida, tuve que llevar a un alumno encajuelado -el sueño de cualquier profesor, en verdad- pues ya no había lugar en el coche. Lo malo de ese cumpleaños es que de regreso a casa rompí el carter del aceite del viejo Tsuru que entonces manejaba.

También he pasado muy buenos cumpleaños en compañía de mi esposa, hija y padres (el último con mi madre en el 2006). Claro que son menos movidos, pero me encantan porque son diferentes a los que vividos como hijo de familia. Levantarse al son de las "mañanitas", recibir besos y abrazos y abrir semi dormido los regalos es, simplemente, una experiencia indescriptible.

En síntesis, he estado muy celebrado, muy reconocido y muy regalado a lo largo de todos estos años. No debería tener queja alguna y en prinicipio así es, el menos hasta que me acuerdo que hay un regalo -el de mis sueños- que me ha sido prometido pero jamas concedido Creo que jamás lo disfrutaré y, aún así, no pierdo la esperanza de recibirlo algún día.

lunes, 28 de junio de 2010

Problemas de comunicación

Sujeto, verbo y predicado. Esa es la mejor forma de comunicar un mensaje ya sea de manera escrita o verbal. Y, sin embargo, en la vida real ello no es suficiente para hacerse entender con los demás.

Cuando trabajaba en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) me resultaba por demás difícil entender a ciert@s director@s de museos, particularmente aquellos que eran artistas o, en algún momento de su vida, habían dirigido galerías. Yo no sé qué pasaba pero cada vez que me envíaban alguna propuesta de texto o de discurso para el director general me resultaba más sencillo escribir otra que intentar descifrar y corregir lo que acababa de recibir. Dios y Jaime, mi jefe entonces, son testigos que no había forma de arreglar aquello.

Hace tiempo tuva la oportunidad de trabajar para una casa productora. En general todos ahí eran muy agradables y simpáticos, hasta que llegaba el momento de hablar sobre el trabajo, entonces no había quién entendiera aquello. Lo que entregaba estaba bien, aunque "no era precisamente lo que me habían pedido", y para hacerles entender a veces que lo que me solicitaban era tan irreal me veía obligado a explicárselos en varias ocasiones y de distintas maneras. Como es de suponer, aquello no duró mucho.

Considero que muchas veces los problemas de comunicación se originan por la manera de ser de cada uno y de la formación que ha recibido. Así, mientras que unos nos se manejan con las "coordenadas" de mucho y poco y arriba y abajo, otros lo hacen poniendo centímetros y metros de por medio y hablando del norte y el sur. Como diría el famoso Filósofo ed Güemes: "es lo mismo pero diferente".

En otras ocasiones la cuestión depende de la voluntad y buena disposición para entender al otro. En mayor o menor grado, tendemos a comprender lo que nos interesa y conviene; en cambio, con aquello que nos disgusta, la historia es diferente pues, más que interpretar de manera errada,  asumimos que son los otros los que no se saben explicar con claridad. ¡Vaya torpeza la suya!

A final de cuentas, la comunicación tiene una parte de soberbia etnocéntrica por la que se asume que no es uno, ya sea como emisor o receptor, quien falla en el proceso, sino los otros y con ello se constanta una de las máximas fundamentales de la vida: "el infierno son los demás".

viernes, 18 de junio de 2010

Soy Generación "X", ¿y qué?


Si bien la fecha de nacimiento es, en esencia, un accidente, lo cierto es que le marca la vida a uno al hacerle formar parte de un grupo de personas con las que compartimos una misma idea del mundo, de una generación. Así, yo pertenezco a la famosa "X", esa que comprende a los nacidos entre finales de la década de los sesenta y mediados de los años ochenta. Hubo un tiempo en aquello no era motivo de orgullo pues se nos tachó de desobligados, apáticos y poco motivados. Claro está que con la llegada de las generaciones "Y" y "Z", estos defectos terminaron por ser simples minucias.

Más allá de los estudios sesudos que sobre el tema se han escrito, quisiera destacar algunos aspectos que a los "X" nos identifican como generación.

Fuimos los primeros en en integrar la televisión a nuestra vida. Veíamos lo mismo caricaturas como "Los Picapiedra", "Don Gato y su pandilla", "El show de Porky" y "Los felinos cósmicos", que series de ciencia ficción de la talla de "El tunel del tiempo", "Perdidos en el espacio", "El hombre de la Atlántida" o "Automan" sin que por ello pasáramos las horas delante de la televisión pues todavía se podía salir a la calle para andar en bicicleta, echar el partidito de futbol, jugar "stop" o, de plano,  andar de vagos.

Descubrimos que las computadoras no eran un producto de la ciencia ficción y que, si se tenía el dinero suficiente, se podía tener una, lo mismo que el recién aparecido dico compacto, o CD, que nos alucinaba tanto por su diminuto tamaño como por la claridad de su sonido. De igual forma, muchos supimos por vez primera del internet y sus alcances al ver la película "Juegos de Guerra. Pese a ser testigos de esta revolución tecnológica, los "X" estamos divididos entre aquellos que se hicieron a un lado y los que, pese a sus limitaciones, se sumaron a ella.

En el cine nos marcó el Brat Pack (Rob Lowe, Robert Downey, Jr., Judd Nelson  Emilio Estevez, Molly Ringwald) con dos películas: "St. Elmo´s Fire" y "The Breakfast Club", que destacaron por contar con personajes socialmente apáticos e ideológicamente neutros y, pese a ello, tuvieron momentos que llegaron a rayar en lo cursi. El otro lado de la moneda lo representó "Ferris Bueller's Day Off", filme en el que su protagonista se volvió nuestro arquetipo al demostrarnos que el mundo era nuestro y que sólo requeríamos de una pizca de ingenio para conquistarlo.

Somos la generación en la que la música fue marcada por la imagen. La aparición del canal MTv en 1981 nos permitió disfrutar  la música a través de la vista con videos que eran verdaderos cortos en los que el humor, el atrevimiento y las melenas eran los protagonistas. Los tiempos del disco y el punk quedaron atrás para ceder su lugar al "glam metal" en el que los hombres parecían mujeres y que, pese a ser bastante chabacano y "popero", nos legó un himno generacional: We're Not Gonna Take It de Twisted Sister.

Nos tocó ser los primeros en tener padres que procuraron ser nuestros amigos, sin que por ello perdieran autoridad. De hecho, el tema de la amistad es fundamental para nosotros. Ignoro, como afirman varios estudios, si antepusimos los amigos a la familia, pero lo que si sé es que vivimos con mucha intensidad la amistad pues en ella convergen principios como los la confianza, el compromiso,y la honestidad


Pese a todo lo anterior, tampoco estuvimos exentos de problemas. En plena adolescencia, los primeros "X" vivimos los inicios del VIH/Sida en donde abundó, y ahora creo que a propósito, la desinformación. En repetidas ocasiones se nos dijo que se trataba de una enfermedad que afectaba sólo a los homosexuales, que se podía transmitir lo mismo por la saliva que por la piel, que había que evitar cualquier tipo de contacto y acercamiento con los infectados..., en fin, un montón de tarugadas que, pese a no habernos amedrentado, si nos hicieron ser más cuidadosos y precavidos en materia sexual. 

No acusan de ser políticamente apáticos, pero cómo no serlo cuando nacimos en un país en el que el mismo partido siempre ganaba las elecciones pese a lo que dijeran los votantes y cuando, a fines de la década de los años ochenta, la guerra fría agonizaba y, con ello, el panorama mundial se reconfiguraba pues una parte del mundo recuperaba su libertad mientras que el planeta entero quedaba a merced de un sólo sistema político-económico.

De igual forma, fuimos la generación de la crisis, los que escuchamos de boca de nuestros padres lo bien que se vivía en México en los años sesenta y nos cuesta un poco de trabajo creerles. Somos los primeros que crecieron acompañados de palabras tan extrañas entonces como "inflación", "déficit", "petrolarización"... Somos los mismos que asumimos por experiencia que el quebrantamiento de nuestros maltratados bolsillos  es una situación perenne y que en el futuro veremos más  vacas flacas que gordas.

En fin, es mucho lo que se ha dicho y escrito sobre nosotros pero lo cierto es que ya se acerca el tiempo en el que gobernaremos esta país y, sólo entonces, entonces tendremos la oportunidad de demostrar cuánto de ello es verdad.

sábado, 12 de junio de 2010

Ser o no ser premium

Los veo en el banco, también en el aeropuerto. Voy al cine y ahí también están al igual que en otros tantos lados más. Me refiero a los  "clientes premium", a esos hombres y mujeres a los que les basta presentar una tarjeta para abrir un gran número de puertas.

En México hay bancos que ofrecen un trato preferencial a sus mejores clientes, aquellos que poseen cuentas que rondan los 70,000 o los 80,000 dólares (una bagatela); mientras que las líneas aéreas te dan el privilegio de facturar y embarcar sin las incomodidades de hacer fila o de convivir con la mayoría de los pasajeros.

Advierto que no estoy abogando por un igualitarismo al más puro estilo comunista, pues entiendo que en este mundo quien paga más  tiene derecho a recibir más, lo que es en esencia justo. Pero tampoco se puede permitir lo que algunas compañías hace: generar un sentimiento ,en parte de culpa y en otra de frustración, entre los consumidores.

Tal sentimiento se produce al fomentar las comparaciones entre lo que uno tiene y podría poseer de ser "cliente premium". No puede haber más crueldad para un viajero de clase turista que hojear la revista de la líne aérea y leer todas las comodidades propias de la "Bussiness Class" mientras se encuentra sentado en su incómodo y pequeño asiento. 

De igual forma, hay hoteles en México que otorgan sus peores habitaciones a los clientes que viajan en paquetes "todo incluído". Al menos esa es la política del NH Krystal de Puerto Vallarta, hotel que discrimina a esta clase de viajeros hospedándolos en la parte más vieja y fea de sus instalaciones, si bien le ofrece la "redención" a través de un pago extra de 100 dólares diarios.

El nuestro es un mundo de locos. Reiteramos constantemente los prinicipios de igualdad y ed justicia al tiempo que nos procuramos hallar los caminos para atisvar y exaltar las diferencias entre los que son o no son premium.

lunes, 17 de mayo de 2010

Esos locos que quieren ir de misiones

Hace tres semanas vinieron a comer a la casa Chego y Claudia, amigos de hace bastante años. A ellos los conocí en un retiro de misiones organizado por la Universidad Iberoamericana. Recuerdo que era mi primer experiencia en la materia y cuando llegué a la sala de la casa de retiros encontré a Chego acariciando a un gato. "Qué tipo tan raro -me dije-. Viene a un retiro y no es capaz de dejar a su mascota en casa"... Ya se imaginarán el ridículo que hice cuando se lo dije meses después... A reserva de lo anterior, lo cierto es que lo bello de prepararse para ir de misiones es que tienes la oportunidad de conocer gente "especial".

Ahí está el caso de Felipe, un compañero de la universidad que se veía con bastantes horas de vuelo y que era capaz de soltar ante un montón de extraños que años atrás embarazó a su novia y la obligó a abortar, pero que fue incapaz de aguantar un par de días entre la gente pobre de la sierra de Oaxaca por "ser peligrosa".

Otro personaje de antología era en buen "Charlie", un buen tipo cuya mayor frsutración fue no poder ser Policía Federal de Caminos, ni tampoco Rambo. Cuando lo fui a ver a él y sus compañeros en plenas misiones, me lo encontré a punto de partir leña. Estaba en camiseta sin mangas, usaba una banda en el cabello y llevaba un cuchillo en la boca... sin comentarios.


Luego esta "Rasputón, el sacerdote del Mayab", un padre dominico que regenteaba la casa de "Agua Viva". Organizamos ahí uh retiro y cada vez que le pedíamos algo o le notificábamos de alguna actividad, siempre parecía molestarse y murmurar algo así como "A que la ching...". También nos encontramos con San Martín de Porres (y su famoso don de la ubicuidad), aunque la ilusión se nos fue pronto al descubrir que en realidad se trataba de un par de novicios de origen afroamericano. ¡Una verdadera lástima!

No se quedaba atrás el buen Fernando que, jesuita al fin, se tomaba las cosas con mucha calma. Estaba a cargo del programa de misiones de la Universidad Iberoamericana la primera vez que Chego, Claudia y yo organizamos una ahí. Cuando nos quejábamos de que no habíamos recolectado el dinero suficiente para hacer el viaje a Torreón, sus palabras fueron: "pues, muchachos, no les queda más que ponerse sus shortcitos de licra, irse al monumento a la madre y darle al talón". A partir de entonces nadie volvió a quejarse.

El caso es que la tarea de prepararse para ir de misiones no requiere que uno sea un tipo devoto en demasía, más bien se necesita estar un poco chifletas y tener bastante sentido del humor. Lo demás viene por añadidura.

jueves, 22 de abril de 2010

La naturaleza y yo

Una de las cosas que más agradezco a mi padre en esta vida es que jamás quisiera llevarme a acampar. No es temor a quedarme a solas con él durante un par de días o a viajar en su compañía por largas horas pues reconozco que, pese a su parquedad, es un charlista muy entretenido.

No, el agradecimiento viene del hecho de que soy un ente urbano y muy comodino que disfruta, y mucho, de las bondades que la "civilización" ofrece. ¿Para qué montar una tienda de campaña cuando se tiene el dinero suficiente para hospedarse en un hotel u hostal decente? ¿Para que cargar con alimentos, parrillas y trastos cuando se puede pagar una rica comida en un restaurante a modo? Sé que hay mucha gente que acampa porque quieren conocer mundo y sus finanzas son estrechas, del mismo modo que conozco a otros que, pudiéndose pagar hoteles de hasta siete estrellas, lo hacen por el simple gusto de hacerlo.

Reconozco que mi juicio no es producto de un análisis meticuloso y hecho a consciencia. ¡Qué más quiera! peor aún. Estas palabras son producto de la experiencia, de tres ocasiones en las que acampé y en las que constaté, tal vez porque al definir a las dos primeras como "desastrosas" me quedaría corto, que lo mío no era estar tan cerca de la natura.

La primera ocasión sucedió en el verano de 1980, cuando mi mamá viajó a España para asistir a la boda de su primo Celso (de quien ya he hablado en otra entrada) y con ello fastidió a mi padre, un hombre que trabajaba de sol a sol y que, ahora, debía cuidar solo a un niño de 11 años que estaba de vacaciones. Una de las medidas tomadas por él fue la de inscribirme a los cursos de verano del Centro Asturiano de México, cuya actividad final era irse de campamento por dos días a la "paradisiaca" región de Oaxtepec. Si el curso fue una verdadero martirio, el campamento fue lo que le sigue.

Pasamos dos noches ahí, la primera en un hotel que se asemejaba más a una barraca de la primera guerra mundial. Ingenuamente me quejé sin saber lo que me esperaba el siguiente día. Bajo un cielo encapotado, caminamos un par de horas hasta llegar a un descampado donde nos esperaban un par de carpas estilo circense. Nada más entrar a la que me habían asignado, empezó a llover cántaros. La desilusión inicial que sentimos varios por ver cómo los planes de la fogata nocturna se esfumaban, se transformó en miedo cundo el agua se empezó a filtrar por el suelo. Con aire de suficiencia, los monitores nos dijeron que ya tenían controlada la situación y señalaron una esquina en la que se hallaban amontonados una serie de colchones donde, supuestamente, íbamos a dormir. La solución hubiera sido muy buena de no ser porque los colchones, hechos de hule-espuma, se humedecieron rápidamente y, con ellos, nuestros sacos de dormir

Nueve años después, y tras la insistencia de algunos amigos, repetí la experiencia. En esta ocasión acampamos en la playa. Jandrín y Moro ofrecieron sus tiendas de campaña,  mientras que los demás compramos los alimentos necesarios para tres días de contacto con la naturaleza. Además,  aquellos que no quisieron sumarse a esta aventura quedaron de ir a  visitarnos el sábado...  jamás se imaginaron lo que pasaría.

Los problemas iniciaron por la noche, a la hora de cenar. Comida había de sobra, no así cubiertos, trastes ni parilla de gas para cocinar. Fue entonces cuando, a instancias de Javi, me inicié en el mundo del consumo de las salchichas crudas, gusto que hasta de hoy conservo y que a más de uno causa asco. El día siguiente fue tan vil que no tuvo empacho en traicionarnos. Inició luminoso,  con un calorcillo rico y sin una sola nube en el horizonte, aunque para el medio día el cielo se estaba encapotando. Llegaron nuestros amigos a las 4:00 de la tarde cuando lo que se veían era nubarrones un tanto amenazadores. Media hora después, vino el acabose...

Empezó a llover y con fuerza. Nos metimos en las tiendas creyendo que se trataba de aguacero, aunque, repentinamente, aquello adquirió tanta fuerza que dejó de ser un bombardeo de agua para convertirse en uno de granizo. Eran trozos del tamaño de un puño que golpeaban con tanta fuerza que desgarraron la lona de la tienda de Rafa y tuvimos que quedarnos diez personas en una tienda para cuatro. Lo peor vino cuando el agua se empezó a filtrar por debajo de nuestro refugio, lo que en una playa quiere decir que estás situado justo en una zona donde el agua baja y estás a merced de una posible riada. Salimos como pudimos para desmontar el campamento entre granizos, quejas y gritos, si bien Jandrín lo hizo para ver que nada la pasara a la tienda pues, según lo que confesó de camino a casa, parecía que ésta era el miembro de la familia más querido por su madre.

Es por todo esto que, ratifico de nueva cuenta, mi agradecimiento a mi padre por ser un hombre convencional al que le basta el sillón, la cerveza y la botana -y no de la  traicionera naturaleza- para sostener la mejor de las pláticas posibles.


domingo, 11 de abril de 2010

¡Maldito estrés!

Hace varios días que estoy afónico. El jueves, en particular, fue uno de lo peores pues tenía la garganta semi cerrada, aunque viernes y sábado la historia no fue muy distinta.

Aparentemente la historia viene de tiempo atrás, de una bronquitis vacacional que, en aparciencia, se curó y que en realidad nada más se atarantó un par de días para regresar con la misma intensidad. Sin embargo,  y si he de ser sincero, estoy convencido de que esta no es la verdad.

Aquí hay dos culpables: el maldito estrés y  mi dificultad para canalizarlo, contenerlo y manejarlo. Es mi compañero desde hace un mes, pero el muy canijo a veces se oculta y, en otras, se manifiesta de manera repentina y traicionera. Cuando ello sucede, empiezo a sudar, el corazón se me acelera, paseo las manos por el pelo y sólo tengo cabeza para ello; además, adopto un gesto de preocupación y suelo responder con monosílabos y con un aparente desinterés. Horas o días después, me tranquilizo y recupero la calma

Terencio decía: "Hombre soy, y nada de los humano me es ajeno", frase lapidaria en mi caso, pues aunque sé como solucionar la situación, me me costó mucho trabajo tomar los arrestos para hacerlo. El punto de partida es simple: para terminar con el mal, se debe acabar con la fuente que lo produce. Frase tan grande como el universo pero difícil de aplicar si uno se obsesiona con los "daños colaterales" y las pérdidas que sus decisiones pueden acarrear.

Pero toda duda queda despejada cuando el cuerpo empieza a quejarse, a veces de manera muy sútil, con un refriado o un amago de bronquitis, y en otras de forma tan bestial que hasta te premia con un "viaje todo pagado" al otro barrio. Y sólo entonces me da por ver mi vida como si se tratara de una obra de teatro y yo un espectador en primera fila y me doy cuenta de que me  sigo tomando la vida muy en serio, como el buen Claudio siempre me lo ha dicho, y de que  nada es para tanto no es tan sólo una mera frase, es una filosofía de vida...







jueves, 25 de marzo de 2010

¿Tesis? No, gracias

Su solo nombre puede provocar sudoración, palpitaciones súbitas, nauseas y hasta ataques de ansiedad. Es la tesis y, en su momento, muchos la aborrecimos.

Lo curioso es que la tesis en sí no es el problema, pues se trata de  de lectura, reflexión y escritura, un ejercicio que casi todo alumno podría realizar al final de su carrera.  No, la bronca muchas veces se encuentra en la gente que involucra el proyecto.

La pieza clave aquí es el director de tesis. Hay que buscarse a un tipo que sepa del tema que queremos trabajar y que nos trate como futuros colegas -y no como meros retardados-; alguien a quien respetemos y con quien nos síntamos cómodos al momento de trabajar. En otras palabras, la tarea equivale a buscar una aguja en un pajar.

En la tesis de licenciatura me dirigió Martha Elena Negrete, una historiadora admirable en todos los sentidos quien, pese a saber mucho, siempre se mostró sencilla y muy amable conmigo. Recuerdo que religiosamente iba cada jueves a su casa para revisar los avances de la tesis mientras tomábamos café. En cambio, para la de maestría me asignaron a Guillermo Zermeño aquien era un historiador incomprendido pues nadie era capaz de entender lo que decía en los seminarios de tesis. La relación fue un fracaso desde el inicio puesmientras que él asumió que yo era un incompetente, yo asumí que era un imbécil redomado. Afortunademente él se fue y Perla me sacó del apuro y logré titularme.

Otro punto a tocar es el de los revisores de la tesis. El asunto aquí es que uno no los escoge, a lo sumo los recomienda. Esto puede llegar a ser un auténtico viacrucis por distintos motivos, si bien el prinicipal es el del tiempo. Lo común es que se tarden los días y las horas con la revisión del escrito mientras uno tiene que aguantarse pues e trata de "gente muy ocupada que está haciéndonos el favor de leer, tolerar y corregir nuestras sandeces". Peor aún es cuando toman al tesista como rehén para atacar al director de éste por motivos personales o profesionales.

Así me la aplicó Valentina Torres en el seminario de tesis de licenciatura. Tras haber leído la primera versión del escrito esbozó una sonrisa condescendiente y me dijo "la información está bien pero el orden fatal. Debes reescribir la tesis". En un gran acto de generosidad, hasta se ofreció a corregir mi redacción ("es muy barroca", dijo) capítulo por capítulo. Curiosamente, un par de meses después me enteré que entre ella y mi directora de tesis había un pleito casado y que yo estaba pagando por ello. Bello, ¿verdad?

El caso es que por estas razones, y otras más que he omitido por cuestiones de espacio, muchas veces somos los profesores -con nuestros problemas, prejuicio, filias y fobias- quienes hacemos tortuoso un camino que por naturaleza no lo es. Por su puesto que la escritura de la tesis de licenciatura es una labor ardua y poco sencilla, pero no por ello debe sufrirse al extremo  de preferir una endodoncia sin anestesia o, peor aún, sentirse incapaz de hacerla y darse por vencido. A final de cuentas recordemos que en esta vida "nada es para tanto y tanto no lo es todo".

miércoles, 3 de marzo de 2010

Esos viajes a Acapulco I

Mientras estudiábamos la secundaria y la prepa, jamás nos dio a mis amigos y a mi por irnos de viaje. No tenía caso hacerlo dado que nos veíamos prácticamente todos los días. Pero sólo nos bastó cursar el primer semestre en distintas universidades para lanzarnos a la aventura acapulqueña,

En prinicipio éramos Chuck, Felipe, Gálvez y yo, aunque poco antes de marchar se nos apuntaron el Ñaja, hermano de Carlos, y su amigo Mauricio. La adición de estos últimos elementos en poco cambió las cosas, aunque a la postre enriquecería la aventura, pues nuestro transporte era un destartalado camión "Estrella Blanca" que saldría al filo de la media noche del 7 de enero de 1988.

Una parada eterna en una destartalada cocina económica a mitad de la sierra, un par de distracciones semimortales del conductor, unas conco horas sin poder pegar las pestañas y una plática chida con Chuck son lo que más recuerdo de aquel recorrido nocturno.

A primera hora de la mañana llegamos al fin a la estación de autobuses de "Acapulman" (como decía Felipe) y como si fuéramos almas que llevaba el diablo, agarramos el primer taxi sin importar lo que nos cobrara. Era urgente llegar al hotel, darnos un regaderazo y prepararnos para gozar los cuatro días que teníamos por delante.

El registro fue rápido y el cuarto que nos asignaron era increíble. Localizado en el cuarto piso, tenía vista al mar, era amplio y luminoso y el balcón quedaba  a poca distancia de la piscina. Mientras discutíamos sesudamente sobre las posibilidades de sobrevivir a un clavado lanzado desde el balcón, un botones tocó la puerta para decirnos que había una confusión y que aquella no era nuestra habitación. Y entonces el vía crucis empezó.

Pasamos del cuarto piso al subsotano dos, de una habitación amplia y bella a una lóbrega y con un ventilador a manera de aire acondicionado, de tener vista al mar a tener una de ladrillos ennegrecidos, de respirar la brisa marina a inhlara continuamente monóxido de carbono. Se hacía tarde, así que decidimos comprar lo mpinimo necesario para cenar e ir a la playa para animarnos con los últimos rayos de sol, lo que en realidad no sucedió pues tuve a bien perder la llave de la habitación.

Una vez que pagamos, bueno, que pagué el duplicado, bajamos a nuestro aposento Al abrirse las puertas del elevador, nos encontramos con el pasillo lleno de humo. Una persona de mantenimiento nos informó, con el extintor  aún en las manos, que el cuartucho al lado había tenido un cortocircuito pero que todo estaba bajo control. Aquel fue nuestro pequeño "infierno en la torre" y seguiría siéndolo por algunos días más.

Un par de minutos más tarde, tocarona nuestra puerta. Eran las vecinas de al lado y venían a "presentarse". Se trataba de tres chavas leonesas que también estaban de vacaciones. Si bien tres compartían se parecían en que tenían cara de tentación, pero cuerpo de arrepentemiento hubo una --la "biberones"-- que nos llamó a todos la atención más por la forma que por el tamaño de sus atributos.

El caso es que una cosa llevó a la otra y cuando nos dimos cuenta, Felipe les había cambiado el ventilador por uno que parecía haber sido propiedad de Hitler, y había transformado medo kilo de jamón en unas cuantas lonchas escuálidas. Nunca antes en mi vida vi un eiemplo tan claro de la verdad que entraña la máxima española "arrean más un par de tetas que un par de carretas"...





domingo, 21 de febrero de 2010

Lo que es para ti... es para ti

Esto es lo que mi amigo Rodrigo me escribió en Facebook como respuesta a mi comentario: La posibilidad era bella pero, lamentablemente, ¡ya valió!

Siempre estamos buscando nuevas cosas, elecciones que desechar y rumbos que tomar. Lo que hoy nos parece bien, mañana no o, al menos, no nos convence tanto y decididmos buscar nuevos horizontes, en ocasiones sin tener certeza de las consecuencias que nos pueden acarrear.

Da lo mismo que se sea "pata de perro" profesional o que uno esté inventariado en el lugar dónde se trabaja o se vive, el caso es que querer abandonar la zona de comfort es un deseo que a todos nos llega al menos una vez en la vida. En la mayoría de las ocasiones una concatenación de hechos, accidentes y malos entendidos basta para querer migrar. Y entonces viene la parte difícil.

Todo se resume en opciones. La búsqueda nos lleva a hallar opciones, a toparnos con ganancias y pérdidas tanto en lo cualitativo como en lo cuantitativo. "¿Qué estamos dispuestos a ganar y a cambio de qué?" es la gran pregunta que debemos responder y, para hacerlo, tenemos que estar al tanto de todos los "pros" y "contras" a los que nos enfrentamos.

Más allá de lo anterior, que entra en el campo de lo racional o de lo intuitivo, se encuentra la parte emocional, esa que nos lleva a ser un tanto imprudentes y nos invita a imaginar cómo serán nuestras vidas "nuevas" y lo que haremos con ellas. Planeamos casi sin darnos cuenta, soñamos despiertos y, de vez en vez, nos asalta la pesadilla de que nos puedan ir mal las cosas, aunque lo bueno es que pronto la olvidamos.

Lo bueno de esto es que, de una u otra forma, las circunstancias nos ponen los pies de nuevo en la tierra A veces las cosas salen mal y regresas a la zona de comfort que jamás habíamos abandonado. Pero también hay ocasiones en que las cosas se dan y que los sueños con una que otra pesadilla se vuelven realidad y hallamos un nuevo nicho para estar cómodos por un rato más. A reserva de cuál de estas opciones nos toque, lo cierto es que las dos son caminos que nos llevan a descubrir que hay mucho de verdad en la frase "lo que es para ti, es para ti".

martes, 9 de febrero de 2010

Una misa negra

Llegué a Gijón una lluviosa tarde de junio de 1987 y me hospedé en casa de mi tía abuela. Acababa de terminar la preparatoria y mis padres me enviaron allá para pasar las vacaciones.

Aquel pintaba para ser un verano algo aburrido y bastante anodino, de no haber sido gracias a mi primo Nacho y a sus amigos de la escuela. Los conocí a casi todos, salvo a Moro que andaba de viaje por Alemania con su padre, en una tarde que él había quedado con ellos para tomar algo. Fue así como del golpe y porrazo me encontré con Bea, Eva, Jandro, Juan, Rafa, Mario, Marga y Merche, banda a la que se sumo Moro un par de semanas después. La verdad es que no me puedo quejar de la recepción pues me integraron al grupo y me trataron de maravilla desde el primer momento.

Lo bello de tener 17-18 años es que, aunque no estes consciente de ello, crees que todo lo puedes, que nada te va a pasar y, en consecuencia, haces más las cosas por ocurrencia que por razón. Y vaya que si hicimos muchas de tales tarugadas ese verano.

Ena nos había invitado a su casa familiar en un pequeño poblado que se llama San Martín del Rey Aurelio. La casa se hallaba a mitad de la montaña, al lado de una carretera vecinal y rodeada de un bosque cerrado. A Juan, Moro y a mi se nos hizo una buena puntada aprovechar aquel escenario tan propicio -según las "sapientes" lecturas esotéricas que nos jactábamos de haber hecho- para celebrar una invocación satánica. Una verdadera estupidez, ¿verdad?, pero debo insistir: ¡era la maldita edad!

Tomamos el tren y llegamos a la casa por la tarde. Nos acomodamos en la casa y, después de cenar, empezamos con los preparativos. Mientras Juan y Moro se vestían de negro, los demás salimos a la carretera, donde Nacho y yo pintamos un pentagrama, encendimos las velas en su interior y lo rodeábamos con un gran círculo de sal. Recuerdo que lloviznaba y que la noche era tan cerrada que no podíamos ver más allá de un par de metros.

Cuando nuestros "sacerdotes" entraron en símbolo esotérico, les tomamos unas cuantas fotos, colocamos una grabadora y nos marchamos. Ninguno tenía el valor para quedarse y presenciar aquello. La espera no fue mucho mejor. Estábamos en la sala, unos con cara de funeral, otros mordiéndonos las uñas y Mario fumando, la única vez en la vida que lo he visto hacerlo; pero todos imaginándonos mil y un historias sobre lo que estaría sucediendo allá afuera donde, dicho sea ded paso, había un silencio sepulcral.

Depués de vienticinco minutos, que pasaron como si se tratara de una hora, Juan y Moro regresaron con una cara de felicidad. Confesaron que no habían visto ni oído nada extraordinario hasta rebobinar la cinta y escucharla. Cuando nosotros lo hicimos nos percatamos que casi al final aparecía un grito desgarrador que aparentemente provenía de muy lejos; un ruido que nadie, dentro ni fuera de la casa, había notado. Todos nos quedamos de piedra.

Sacamos varias copias de la cinta, una de ellas la traje conmigo a México. Las fotos, dos en realidda, las recibí den casa un mes después, acompañadas de una atentísima carta de Moro en la que, entre otras tantas cosas, me decía que el rollo se había revelado parcialmente no por motivos sobrenaturales, sino por la conocida impericia de mi amigo en estos menesteres.

A manera de conclusión, no me resta más que decir cuan veraz es el refrán que reza: "Dios los cría y ellos se juntan". Si señor.

domingo, 17 de enero de 2010

Sobre los estacionamientos públicos

Arquitecto al fin, mi suegro solía quejarse amargamente de que una de las cosas que peor se construían en el país eran los estacionamientos, verdaderos laberintos que, las más de las veces, parecen carecer de sentido alguno. A lo anterior quisiera añadir otro problema, al menos en el caso de los estacionamientos aún no automatizados: son una cueva de ladrones.

Dos veces en diciembre y una este mes han sido las ocasiones en las que he tenido problemas con el cobro en tres estacionamientos diferentes. Ignoro si se trate de la carencia absoluta de habilidades matemáticas por parte de los encargados o, simplemente, que sean un montón de ladrones, pero lo cierto es que llega a ser un fastidio.

Aunque esto sucede en los estacionamientos de lo centros comerciales, los peores son, sin lugar a dudas, los del centro histórico. Con las calles congestionadas de automóviles y vendedores ambulantes y sin la posibilidad de estacionarse en la vía pública, la única opción es dejar el coche en los estacionamientos públicos de la zona. Ubicados en construcciones ruinosas y atendidos por microbuseros frustrados, estos negocios son una auténtica "cueva de Alibabá". Si bien todos tienen la tarifa en un lugar visible (25 pesos por hora), el momento de la verdad llega al momento de pagar pues, como si por arte de magia se tratara, las horas tienen 40 minutos, dos horas de estancia se transforman en cuatro, y las fracciones de 15 minutos se cobran como si fueran de 60.

Es por ello que ahora nada me sorprende en la materia. Mientras camino para pagar hago dos cosas: calcular el monto y ponerme de mala leche y, precisamente lo segundo me ayuda con lo primero. La experiencia me ha enseñado que los buenos modos en poco ayuda a lidiar con esta banda si uno desea hacer respetar los derechos que posee como consumirdor.

Si bien la automatización de los estacionamientos no es la panacea (también he tenido algún que otro problema con ellos), gracias a ella no tengo que lidiar con hampones ni pelearme por el cobro descaradamente abusivos. Contrario a lo que pienso, me siento más en paz teniendo que negociar con una máquina que con una persona... ¡Qué tiempos tan extraños son estos!

Pasando a cosas más serias, la situación en Haití está de la fregada, mucho peor que la que vivimos en la ciudad de México en 1985. Sé que a veces nos resulta difícil llevar medicinas, ropa o alimentos a los centros de acopio, del mismo modo que somos muchos a los que no nos gusta dar donativos en efectivo porque desconfiamos del uso que se les vaya a dar. Sin embargo, una opción recomendable para quienes quieran donar dinero (que también hace mucha falta), es Médicos Sin Fronteras. Esta es la liga.