viernes, 29 de octubre de 2010

Los muertos se acercan...


En México las fiestas de "Halloween" y del día de muertos se entremezclan en estos días. Y es que parecería ser que no tenemos empacho alguno en festejar una fecha y la otra, en tanto que se trate de celebrar a nuestros muertos.

Hay gente que se toma muy en serio estas fechas, ya sea para convivir con sus difuntos o para buscar el mejor de las disfraces posibles para la fiesta; sin embargo, habemos otros (hemos habido otros, debería precisar) que concebimos el 31 de octubre para echar relajo y "hacer gamberradas", como solía ecir mi abuela.

Un par de años nos dio por literalmente atrincherarnos en casa del Lagartijo para hacer "de las nuestras". Nos reuníamos a las cinco de la tarde para llenar globos con agua, meterlos en cubetas y llevarlos a puntos estratégicos de nuestro fuerte. Éste era, en realidad, una parte alta de la casa que aún se encontraba en obra negra y que era ideal para atacar a nuestras víctima que, por lo general, eran grupos de adolescentes que por lo visto aún no se daban cuenta de que ya habían crecido.

¿Abusivo?, ¡cierto!; ¿alevoso?, ¡por supuesto!; ¿gandalla?, ¡incuestionable! Pero a la vez era divertido, o al menos lo fue hasta que tuvimos un incidente producto de la distracción y de la falta de comunicación. El Lagartijo había lanzado un globo con agua a un grupo de gandules, quienes ante la agresión, nos empezaron a insultar. Mientras ellos nos amenazaban y sin que me diera cuenta, Amat lanzó otro lobo que cayó en un coche que pasaba entonces y que frenó en seco. El momento mágico se dio cuando grité "a ver si son tan machos". Dediqué la frase a la banda de gandules, pero, lamentablemente, la escucharon los tres tipos que viajaban en el auto. Lo que recuerdo de la escena es que se bajaron rápidamente del auto, estaban bien "mamá dolores" y que uno de ellos espetó: "ahora ya se los llevó la chingada".

Vimos que abrían la cajuela del coche y nada más. Corrimos a refugiarnos en el primer lugar seguro que encontramos -un baño a medio acabar- y escuchamos una serenata de sonidos que incluyó el ruido de botellas estrelladas, el de un vidrio quebrado y el de madera que cedía a patadas. Aún cuando el escándalo había cesado tardamos un buen rato, el mismo que nos llevó serenarnos, en salir del escondite y bajar a la calle para ver "el estado del arte". Había por lo menos restos de cinco caguamas vacías, la casa continua tenía uno de los vidrios de la fachada rotos y la puerta del garaje del Lagartijo estaba astillada y con evidentes muestras de violencia.

A partir de entonces no hubo más globos con agua. Lagartijo se iría a vivir a Estados Unidos meses después, en 1987, y los demás, aunque fuera sólo por unos años, utilizamos el 31 de octubre para juntarnos y hacer cosas inéditas (y menos violentas), como ir a Rockotitlán, por ejemplo. Finalmente, en 1990 suspendimos toda actividad en esa fecha (recuerdo estar leyendo un texto aburridídsmo de los mexicas) tal vez porque, muy en el fondo, sabíamos que hay veces en la vida hay que liberarse del pasado para seguir adelante.

lunes, 18 de octubre de 2010

Sin título

Dicen que todo tiempo pasado fue mejor y yo, francamente, así lo creo. Está atrapado en nuestra mente bajo la forma de recuerdos y de idealizaciones que, lejos de ser testimonios fieles del pasado, son potentes drogas que nos hacen más tolerable el presente.

Recordar el pasado es una de las actividades que más me gusta, este blog es fiel testigo de ello, si bien es cierto que reconozco que ello no deja de ser un tanto doloroso pues recrear lo que ya dejó de ser es tener entre las manos recuperar por unos instantes algo que sabemos de sobre que nunca más volverá. Sin lugar a dudas este es otro camino más en la senda del masoquista.

Y todo esto lo traigo a colación porque desde hace un días no hago más que pensar en cuando tenía diecinueve años. "Qué fregona era esa época", me repito cada vez que pienso en aquella época en la que la libertad, los amigos, las fiestas, las mujeres y la diversión eran lo único que me importaban y en donde mi vida era aparentemente perfecta.

Remarco la palabra "aparentemente" pues después de babear un rato con los recuerdos procuro ponerlos en perspectiva y con ello, mi paraíso diecinuevesco se desvanece poco a poco ante las imágenes que van saliendo de los archivos más profundos de mi memoria y que nos destacan por ser precisamente los más gratos.

Así, repentinamente me percato de que aquel no ha sido el mejor de mis tiempos. Me vuelvo momentáneamente honesto y caigo en la cuenta de lo fácil que era ligar, pero lo difícil que resultaba encontrar una mujer para algo más que pasar el rato; lo fastidioso que podía ser ir a las fiestas para terminar la noche haciendo entregas a domicilio de bultos etilizados; lo molesto que podía ser llegar a casa y dar explicaciones a mis padres sobre cualquier cosa que quisieran saber; la monserga que en ocasiones resultaba tener que soportar ese ambiente tan pesado que imperaba en la universidad; y lo frustrante que podía ser creer en la libertad y no poderla vivir plenamente.

Todo tiempo pasado fue mejor... en la cabeza de cada uno, pues en la realidad, ha sido igual de bueno y  de malo -matices a parte- que el presente. Lo que pasa es que hay momentos en los que el aquí y ahora es tan crudo y confrontante, que nos nos queda más que recogernos y refugiarnos en aquellos momentos pretéritos que día con día nos confeccionamos a la medida.