lunes, 25 de abril de 2011

Uno de mis vicios confesables

De los legados del INBA que aún posee se encuentra este vicio confesable. El responsable de ello fue mi jefe, Jaime Vázquez, quien aprovechó una mañana nublada para hacerme caer en la tentación.

-Tómate tu tiempo -me aconsejo- Por mucho que te emociones, dosifícalo. Así lo disfrutarás más.
A continuación me dio A salto de mata, una serie de relatos escritos por el autor norteamericano Paul Auster. Aunque en un prinicipio me jefe me recomendó que leyera el texto que le daba el título al libro, no pude resistirme y terminé por leerlo de principio a fin. Fue así como caí en este delicioso vicio.

Mi incultura literaria, unida a un arraigadísimo sentido de la prudencia, me impiden afirmar que es el mejor escritor contemporáneo de Estados Unidos o del mundo. No lo sé ni tampoco me importa. De hecho, si lo leo con avidez es  únicamente porque me gusta.

Y me gusta porque sus personajes hacen justo lo que a mi me gustaría hacer. Hay uno que se pasa casi un año manejando como enajenado por todo Estados Unidos; otro que vivió por meses en el desierto; otro que es un académico que coloca bombas; uno que es profesor que elabora una investigación de un actor de películas mudas; un joven que puede levitar a voluntad y un anciano que se inventa termendas historias para dormir...
Aunque sus personajes -mis "alter egos"- viven en mundos en los que a pesar de que las fronteras entre la realidad y la ficción están tan desdibujadas que se confunden, son muy reales y abordan temas que son de actualidad, pero no de un modo coyuntural, más bien de un modo substancial: la vida en pareja, la soledad, el abandono, la identidad, la lealtad, la mutabilidad, la infidelidad, el prestigio, el honor...

En ese sentido, Auster es un autor muy generoso por naturaleza. Para quienes no gustan mucho de la ficción tiene Leviatán y Un hombre en la obscuridad; para aquellos que prefieren las ficciones con pequeñas pinceladas de veracidad está La trilogía de Nueva York, El país de las últimas cosas o Jugada de presión. Ahora bien, si lo que se busca es vivir un buen rato confundido entre la ficción y la realidad, entonces son recomendables: La música del azar, Moon Palace, El libro de las ilusiones o Viajes por el scriptorium.

A final de cuentas, toda recomendación es un tanto innecesaria. Lo importante es no pensárselo mucho y perderse en el conjunto de su obra. En ese sentido no importa el libro que sea lea pues cada uno de ellos es una ventana que nos permite asomarnos en el universo austeriano.

jueves, 14 de abril de 2011

La vida es como el juego

Hace años tenía un amigo que ante cualquier situación, favorable o no, acostumbraba a decir que la "vida es como un juego". El desgraciado lo decía con tanta suficiencia e insistencia que ninguno de nosotros nos atrevíamos a llevarle la contra aunque en ocasiones no entendiéramos a qué se refería.
El caso es que tenía razón, al menos en cierto sentido. En la vida no hay una nada seguro. Podemos pensar que el éxito está cerca, pero jamás tendremos la certeza de que lo alcanzaremos, del mismo modo como en el póker tener una muy buena "mano" no es garantía de triunfar.

Además del factor de la incertidumbre, existe otro que no es menos despreciable: el de las rachas. Si bien no todo es suerte tanto en el juego como la existencia, la cierto es que esta juega un papel importante, de tal suerte que a una serie de triunfos y logros, se sucede otra de frentazos y fracasos. Insisto, uno puede intervenir para que la balanza se incline de un lado o del otro, pero el incontrolable azar siempre está dispuesto a hacer de las suyas.

En términos "poqueriles" puedo afirmar que en estos momentos atravieso una mala racha. Es un hecho que he jugado mal mis cartas; que he realizado malas apuestas y, peor aún, parece que he subestimado a mis rivales. Gano las apuestas chicas y pierdo las jugosas; tengo la certeza de que cuento con "manos" fuertes y descubro que hay quienes tienen mejores o, peor todavía, caigo redondito en el "blofeo" de los otros. Pero, a final de cuentas, no debo ser tan azotado pues NADA ES PARA TANTO.

La pregunta es ¿qué hacer cuando se cae en un bache así a mitad de una partida? Abandonar no es la opción, mucho menos si lo perdido es un monto considerable; por el contrario, es necesario mantener la calma con la certeza de que las rachas -buenas y malas- tienen un fin y en tanto llega éste, hay que seguir jugando lo mejor que se pueda hasta que la fortuna nos vuelva a sonreir.

En tanto llegan las vacas gordas,  les comparto un video muy ad hoc con lo dicho aquí.