Conforme se acerca más la supuesta fecha del bicentenario de la Independencia mexicana, las autoridades del país están más desquiciadas y yo me vuelvo menos "políticamente correcto" y mucho más jodón.
Hace una semana desfilaron por las calles del centro del Distrito Federal los restos de 14 héroes "que nos dieron patria y libertad".
La historia es curiosa pues para hacer este teatro, los restos fueron extraídos de la columna de la Independencia -y los de Vicente Guerrero, del Panteón de San Fernando. En principio debían ser 12 los héroes rescatados pero, ¡oh milagro!, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrieron gracias a la evidedncia documental, y no con pruebas de ADN, que en la columna descansaban los huesos de dos más: Pedro Moreno y Víctor Rosales (el último muy poco reconocido en la historiografía nacional). Más que buenos, los investigadores del INAH son magos a los que les bastan los documentos para sacar 13 héroes de donde en un principio había 11.
Otro dato llamativo es que para montar este paseo no se consideró incluir los huesos de Agustín de Iturbide (que reposan en la Capilla de San Felipe de Jesús de la catedral Metropolitana). Imagino que pesa más lo que dice la historia oficial que la verdad pues guste o no, fue Iturbide, y no Miguel Hidalgo, José María Morelos o el entrañable Xavier Mina, quien consumó la independencia.
Tradicionalmente se justifica este desprecio diciendo que fue un traidor de la Patria que se merece el olvido. Pero, ¿acaso no implica también traicionar a la Patria al evadir impuestos, saquear las arcas del erario público, hacer leyes que sólo beneficien a un puñado de mexicanos, cometer fraude electoral? Y pese a ello, todos los días vemos a estos "patricidas" dando conferencias por el mundo, saliendo en los medios diciéndonos lo que más nos conviene o dizque trabajando en los poderes federal, estatal y municipal. Preguntémosnos, entonces, quién ha hecho más daño a México y quién merece el olvido -además la cárcel, pues muchos de estos desgraciados se aprovechan precisamente del olvido para delinquir a sus anchas.
Pasear las osamentas de los héroes patrios y ponerlas en exhibición en una expsoición me parece, francamente, un acto circense de mal gusto. ¿Qué esperan nuestras autoridades con ello? ¿Esta es la forma en la que desean fomentar el nacionalismo? ¿Realmente buscan reavivar el nacionalismo o es una mera ocurrencia de José Villalpando? ¿Es así como los mexicanos hacemos Patria?
Sea lo que sea, lo cierto es que los festejos del bicentenario son una verdadera lástima. Las autoridades dejaron pasar una oportunidad ideal para asentar las bases de una historia nacional más de carne y hueso y menos de bronce, más madura y menos pueril, más veraz que ficticia y facciosa, sobre el nacimiento de México como un país.
En cambio, nos encontramos con la reiteración de los mitos (que siempre será más sencillo que lanzarse a la búsqueda de la verdad), el derroche de recursos en proyectos millonarios que parecen ser más producto de la improvisación que de la reflexión y la presencia de personajes nefandos más interesados en alcanzar el prestigio personal o de partido que en hacer las cosas bien.
Todo esto es, en síntesis, testimonio del problema fundamental que cargamos los mexicanos desde hace tiempo: "ser gobernados por políticos y no por estadistas".
La historia es curiosa pues para hacer este teatro, los restos fueron extraídos de la columna de la Independencia -y los de Vicente Guerrero, del Panteón de San Fernando. En principio debían ser 12 los héroes rescatados pero, ¡oh milagro!, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrieron gracias a la evidedncia documental, y no con pruebas de ADN, que en la columna descansaban los huesos de dos más: Pedro Moreno y Víctor Rosales (el último muy poco reconocido en la historiografía nacional). Más que buenos, los investigadores del INAH son magos a los que les bastan los documentos para sacar 13 héroes de donde en un principio había 11.
Otro dato llamativo es que para montar este paseo no se consideró incluir los huesos de Agustín de Iturbide (que reposan en la Capilla de San Felipe de Jesús de la catedral Metropolitana). Imagino que pesa más lo que dice la historia oficial que la verdad pues guste o no, fue Iturbide, y no Miguel Hidalgo, José María Morelos o el entrañable Xavier Mina, quien consumó la independencia.
Tradicionalmente se justifica este desprecio diciendo que fue un traidor de la Patria que se merece el olvido. Pero, ¿acaso no implica también traicionar a la Patria al evadir impuestos, saquear las arcas del erario público, hacer leyes que sólo beneficien a un puñado de mexicanos, cometer fraude electoral? Y pese a ello, todos los días vemos a estos "patricidas" dando conferencias por el mundo, saliendo en los medios diciéndonos lo que más nos conviene o dizque trabajando en los poderes federal, estatal y municipal. Preguntémosnos, entonces, quién ha hecho más daño a México y quién merece el olvido -además la cárcel, pues muchos de estos desgraciados se aprovechan precisamente del olvido para delinquir a sus anchas.
Pasear las osamentas de los héroes patrios y ponerlas en exhibición en una expsoición me parece, francamente, un acto circense de mal gusto. ¿Qué esperan nuestras autoridades con ello? ¿Esta es la forma en la que desean fomentar el nacionalismo? ¿Realmente buscan reavivar el nacionalismo o es una mera ocurrencia de José Villalpando? ¿Es así como los mexicanos hacemos Patria?
Sea lo que sea, lo cierto es que los festejos del bicentenario son una verdadera lástima. Las autoridades dejaron pasar una oportunidad ideal para asentar las bases de una historia nacional más de carne y hueso y menos de bronce, más madura y menos pueril, más veraz que ficticia y facciosa, sobre el nacimiento de México como un país.
En cambio, nos encontramos con la reiteración de los mitos (que siempre será más sencillo que lanzarse a la búsqueda de la verdad), el derroche de recursos en proyectos millonarios que parecen ser más producto de la improvisación que de la reflexión y la presencia de personajes nefandos más interesados en alcanzar el prestigio personal o de partido que en hacer las cosas bien.
Todo esto es, en síntesis, testimonio del problema fundamental que cargamos los mexicanos desde hace tiempo: "ser gobernados por políticos y no por estadistas".