martes, 13 de julio de 2010

Sobre los cumpleaños

Acabo de cumplir 41 años y lo digo con satisfacción y orgullo Con orgullo por las cosas que he podido hacer en todo este tiempo y poeque estoy vivo; con orgullo por la cantidad de felicitaciones que recibí hace unos días, la mayoría de ellas sinceras.

Lo cierto es que cada cumpleaños se debe celebrar de forma diferente pues, además de que uno es más viejo, las circunstancias cambian de un año al otro, de una década a la otra. Cuando era un niño, además de los regalos me encantaba que cada 8 de julio fuera yo quien escogiera el menú para la comida, mismo que consistía en un puré de frijoles, un pollo como sólo mi abuela Mari lo sabía hacer y un pastel de moka de Arnoldi. ¿Soso?, si; ¿aburrido?, tal vez, pero era lo que a mi me gustaba en ello encontraba el mayor de los regalos.

Luego vino el verano de 1987, la primer celebración que pasé lejos de casa, pero no por ello sólo. Gracias a mi primo Nacho y sus amigos, algunos de ellos mis amigos ahora, me la pasé como nunca antes lo había hecho. Fuimos a "El Puentín", un merendero muy famoso en Gijón que terminó siendo vistimado por el progreso, donde bebimos sidra, comimos tortilla de patata y chorizos a la saidra; nos tomamos un montón de fotos -que por pudor ni me atrevo a subir- y recibí regalos tan extraños como un soldado alemán de la II Guerra Mundial que se encuentra cagando -y que aún conservo-, un calendario del kamasutra y una camisa negra con morado, por citar algunos presentes. De ahí nos marchamos todos, medio entonados, a "El Oasis"  a pasar la tarde bailando como enajenados.

Otras veces tuve la fortuna de que me tocara estando de pata de perro. Así, la primera vez que puse un pie en París, acompañado de mi amigo Mario, fue un ocho de julio, bastante ajetreado, por cierto, pues llegamos sin tener un lugar donde quedarnos y con unos conocimientos menos que elementales del francés. En otra ocasión vez tuve la oportunidad de darme como auntorregalo una visita de varias horas al Museo Británico, no soy muy afecto a los museos pero era la primera vez que estaba en Londres.

Recuerdo una vez que me dio por juntar a mis amigos de la prepa con algunos de los alumnos de la escuela en la que deba clases y nos fuimos al famoso "Salón Tenampa". Bebimos como cosacos, jugamos a ver quién era la persona que más aguantaba los toques eléctricos (la final la disputaron Soto y Chück y, si mal no recuerdo, ganó el último) y, a la salida, tuve que llevar a un alumno encajuelado -el sueño de cualquier profesor, en verdad- pues ya no había lugar en el coche. Lo malo de ese cumpleaños es que de regreso a casa rompí el carter del aceite del viejo Tsuru que entonces manejaba.

También he pasado muy buenos cumpleaños en compañía de mi esposa, hija y padres (el último con mi madre en el 2006). Claro que son menos movidos, pero me encantan porque son diferentes a los que vividos como hijo de familia. Levantarse al son de las "mañanitas", recibir besos y abrazos y abrir semi dormido los regalos es, simplemente, una experiencia indescriptible.

En síntesis, he estado muy celebrado, muy reconocido y muy regalado a lo largo de todos estos años. No debería tener queja alguna y en prinicipio así es, el menos hasta que me acuerdo que hay un regalo -el de mis sueños- que me ha sido prometido pero jamas concedido Creo que jamás lo disfrutaré y, aún así, no pierdo la esperanza de recibirlo algún día.

lunes, 28 de junio de 2010

Problemas de comunicación

Sujeto, verbo y predicado. Esa es la mejor forma de comunicar un mensaje ya sea de manera escrita o verbal. Y, sin embargo, en la vida real ello no es suficiente para hacerse entender con los demás.

Cuando trabajaba en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) me resultaba por demás difícil entender a ciert@s director@s de museos, particularmente aquellos que eran artistas o, en algún momento de su vida, habían dirigido galerías. Yo no sé qué pasaba pero cada vez que me envíaban alguna propuesta de texto o de discurso para el director general me resultaba más sencillo escribir otra que intentar descifrar y corregir lo que acababa de recibir. Dios y Jaime, mi jefe entonces, son testigos que no había forma de arreglar aquello.

Hace tiempo tuva la oportunidad de trabajar para una casa productora. En general todos ahí eran muy agradables y simpáticos, hasta que llegaba el momento de hablar sobre el trabajo, entonces no había quién entendiera aquello. Lo que entregaba estaba bien, aunque "no era precisamente lo que me habían pedido", y para hacerles entender a veces que lo que me solicitaban era tan irreal me veía obligado a explicárselos en varias ocasiones y de distintas maneras. Como es de suponer, aquello no duró mucho.

Considero que muchas veces los problemas de comunicación se originan por la manera de ser de cada uno y de la formación que ha recibido. Así, mientras que unos nos se manejan con las "coordenadas" de mucho y poco y arriba y abajo, otros lo hacen poniendo centímetros y metros de por medio y hablando del norte y el sur. Como diría el famoso Filósofo ed Güemes: "es lo mismo pero diferente".

En otras ocasiones la cuestión depende de la voluntad y buena disposición para entender al otro. En mayor o menor grado, tendemos a comprender lo que nos interesa y conviene; en cambio, con aquello que nos disgusta, la historia es diferente pues, más que interpretar de manera errada,  asumimos que son los otros los que no se saben explicar con claridad. ¡Vaya torpeza la suya!

A final de cuentas, la comunicación tiene una parte de soberbia etnocéntrica por la que se asume que no es uno, ya sea como emisor o receptor, quien falla en el proceso, sino los otros y con ello se constanta una de las máximas fundamentales de la vida: "el infierno son los demás".

viernes, 18 de junio de 2010

Soy Generación "X", ¿y qué?


Si bien la fecha de nacimiento es, en esencia, un accidente, lo cierto es que le marca la vida a uno al hacerle formar parte de un grupo de personas con las que compartimos una misma idea del mundo, de una generación. Así, yo pertenezco a la famosa "X", esa que comprende a los nacidos entre finales de la década de los sesenta y mediados de los años ochenta. Hubo un tiempo en aquello no era motivo de orgullo pues se nos tachó de desobligados, apáticos y poco motivados. Claro está que con la llegada de las generaciones "Y" y "Z", estos defectos terminaron por ser simples minucias.

Más allá de los estudios sesudos que sobre el tema se han escrito, quisiera destacar algunos aspectos que a los "X" nos identifican como generación.

Fuimos los primeros en en integrar la televisión a nuestra vida. Veíamos lo mismo caricaturas como "Los Picapiedra", "Don Gato y su pandilla", "El show de Porky" y "Los felinos cósmicos", que series de ciencia ficción de la talla de "El tunel del tiempo", "Perdidos en el espacio", "El hombre de la Atlántida" o "Automan" sin que por ello pasáramos las horas delante de la televisión pues todavía se podía salir a la calle para andar en bicicleta, echar el partidito de futbol, jugar "stop" o, de plano,  andar de vagos.

Descubrimos que las computadoras no eran un producto de la ciencia ficción y que, si se tenía el dinero suficiente, se podía tener una, lo mismo que el recién aparecido dico compacto, o CD, que nos alucinaba tanto por su diminuto tamaño como por la claridad de su sonido. De igual forma, muchos supimos por vez primera del internet y sus alcances al ver la película "Juegos de Guerra. Pese a ser testigos de esta revolución tecnológica, los "X" estamos divididos entre aquellos que se hicieron a un lado y los que, pese a sus limitaciones, se sumaron a ella.

En el cine nos marcó el Brat Pack (Rob Lowe, Robert Downey, Jr., Judd Nelson  Emilio Estevez, Molly Ringwald) con dos películas: "St. Elmo´s Fire" y "The Breakfast Club", que destacaron por contar con personajes socialmente apáticos e ideológicamente neutros y, pese a ello, tuvieron momentos que llegaron a rayar en lo cursi. El otro lado de la moneda lo representó "Ferris Bueller's Day Off", filme en el que su protagonista se volvió nuestro arquetipo al demostrarnos que el mundo era nuestro y que sólo requeríamos de una pizca de ingenio para conquistarlo.

Somos la generación en la que la música fue marcada por la imagen. La aparición del canal MTv en 1981 nos permitió disfrutar  la música a través de la vista con videos que eran verdaderos cortos en los que el humor, el atrevimiento y las melenas eran los protagonistas. Los tiempos del disco y el punk quedaron atrás para ceder su lugar al "glam metal" en el que los hombres parecían mujeres y que, pese a ser bastante chabacano y "popero", nos legó un himno generacional: We're Not Gonna Take It de Twisted Sister.

Nos tocó ser los primeros en tener padres que procuraron ser nuestros amigos, sin que por ello perdieran autoridad. De hecho, el tema de la amistad es fundamental para nosotros. Ignoro, como afirman varios estudios, si antepusimos los amigos a la familia, pero lo que si sé es que vivimos con mucha intensidad la amistad pues en ella convergen principios como los la confianza, el compromiso,y la honestidad


Pese a todo lo anterior, tampoco estuvimos exentos de problemas. En plena adolescencia, los primeros "X" vivimos los inicios del VIH/Sida en donde abundó, y ahora creo que a propósito, la desinformación. En repetidas ocasiones se nos dijo que se trataba de una enfermedad que afectaba sólo a los homosexuales, que se podía transmitir lo mismo por la saliva que por la piel, que había que evitar cualquier tipo de contacto y acercamiento con los infectados..., en fin, un montón de tarugadas que, pese a no habernos amedrentado, si nos hicieron ser más cuidadosos y precavidos en materia sexual. 

No acusan de ser políticamente apáticos, pero cómo no serlo cuando nacimos en un país en el que el mismo partido siempre ganaba las elecciones pese a lo que dijeran los votantes y cuando, a fines de la década de los años ochenta, la guerra fría agonizaba y, con ello, el panorama mundial se reconfiguraba pues una parte del mundo recuperaba su libertad mientras que el planeta entero quedaba a merced de un sólo sistema político-económico.

De igual forma, fuimos la generación de la crisis, los que escuchamos de boca de nuestros padres lo bien que se vivía en México en los años sesenta y nos cuesta un poco de trabajo creerles. Somos los primeros que crecieron acompañados de palabras tan extrañas entonces como "inflación", "déficit", "petrolarización"... Somos los mismos que asumimos por experiencia que el quebrantamiento de nuestros maltratados bolsillos  es una situación perenne y que en el futuro veremos más  vacas flacas que gordas.

En fin, es mucho lo que se ha dicho y escrito sobre nosotros pero lo cierto es que ya se acerca el tiempo en el que gobernaremos esta país y, sólo entonces, entonces tendremos la oportunidad de demostrar cuánto de ello es verdad.

sábado, 12 de junio de 2010

Ser o no ser premium

Los veo en el banco, también en el aeropuerto. Voy al cine y ahí también están al igual que en otros tantos lados más. Me refiero a los  "clientes premium", a esos hombres y mujeres a los que les basta presentar una tarjeta para abrir un gran número de puertas.

En México hay bancos que ofrecen un trato preferencial a sus mejores clientes, aquellos que poseen cuentas que rondan los 70,000 o los 80,000 dólares (una bagatela); mientras que las líneas aéreas te dan el privilegio de facturar y embarcar sin las incomodidades de hacer fila o de convivir con la mayoría de los pasajeros.

Advierto que no estoy abogando por un igualitarismo al más puro estilo comunista, pues entiendo que en este mundo quien paga más  tiene derecho a recibir más, lo que es en esencia justo. Pero tampoco se puede permitir lo que algunas compañías hace: generar un sentimiento ,en parte de culpa y en otra de frustración, entre los consumidores.

Tal sentimiento se produce al fomentar las comparaciones entre lo que uno tiene y podría poseer de ser "cliente premium". No puede haber más crueldad para un viajero de clase turista que hojear la revista de la líne aérea y leer todas las comodidades propias de la "Bussiness Class" mientras se encuentra sentado en su incómodo y pequeño asiento. 

De igual forma, hay hoteles en México que otorgan sus peores habitaciones a los clientes que viajan en paquetes "todo incluído". Al menos esa es la política del NH Krystal de Puerto Vallarta, hotel que discrimina a esta clase de viajeros hospedándolos en la parte más vieja y fea de sus instalaciones, si bien le ofrece la "redención" a través de un pago extra de 100 dólares diarios.

El nuestro es un mundo de locos. Reiteramos constantemente los prinicipios de igualdad y ed justicia al tiempo que nos procuramos hallar los caminos para atisvar y exaltar las diferencias entre los que son o no son premium.

lunes, 17 de mayo de 2010

Esos locos que quieren ir de misiones

Hace tres semanas vinieron a comer a la casa Chego y Claudia, amigos de hace bastante años. A ellos los conocí en un retiro de misiones organizado por la Universidad Iberoamericana. Recuerdo que era mi primer experiencia en la materia y cuando llegué a la sala de la casa de retiros encontré a Chego acariciando a un gato. "Qué tipo tan raro -me dije-. Viene a un retiro y no es capaz de dejar a su mascota en casa"... Ya se imaginarán el ridículo que hice cuando se lo dije meses después... A reserva de lo anterior, lo cierto es que lo bello de prepararse para ir de misiones es que tienes la oportunidad de conocer gente "especial".

Ahí está el caso de Felipe, un compañero de la universidad que se veía con bastantes horas de vuelo y que era capaz de soltar ante un montón de extraños que años atrás embarazó a su novia y la obligó a abortar, pero que fue incapaz de aguantar un par de días entre la gente pobre de la sierra de Oaxaca por "ser peligrosa".

Otro personaje de antología era en buen "Charlie", un buen tipo cuya mayor frsutración fue no poder ser Policía Federal de Caminos, ni tampoco Rambo. Cuando lo fui a ver a él y sus compañeros en plenas misiones, me lo encontré a punto de partir leña. Estaba en camiseta sin mangas, usaba una banda en el cabello y llevaba un cuchillo en la boca... sin comentarios.


Luego esta "Rasputón, el sacerdote del Mayab", un padre dominico que regenteaba la casa de "Agua Viva". Organizamos ahí uh retiro y cada vez que le pedíamos algo o le notificábamos de alguna actividad, siempre parecía molestarse y murmurar algo así como "A que la ching...". También nos encontramos con San Martín de Porres (y su famoso don de la ubicuidad), aunque la ilusión se nos fue pronto al descubrir que en realidad se trataba de un par de novicios de origen afroamericano. ¡Una verdadera lástima!

No se quedaba atrás el buen Fernando que, jesuita al fin, se tomaba las cosas con mucha calma. Estaba a cargo del programa de misiones de la Universidad Iberoamericana la primera vez que Chego, Claudia y yo organizamos una ahí. Cuando nos quejábamos de que no habíamos recolectado el dinero suficiente para hacer el viaje a Torreón, sus palabras fueron: "pues, muchachos, no les queda más que ponerse sus shortcitos de licra, irse al monumento a la madre y darle al talón". A partir de entonces nadie volvió a quejarse.

El caso es que la tarea de prepararse para ir de misiones no requiere que uno sea un tipo devoto en demasía, más bien se necesita estar un poco chifletas y tener bastante sentido del humor. Lo demás viene por añadidura.