La semana pasada me sucedió algo curioso. En un blog español publiqué una breve reflexión sobre la historia de México y lo traumático que nos resulta ésta como consecuencia, entre otros factores, de las constantes invasiones que el país sufrió en sus primeros años de vida independiente. Quien me conozca habría constatado que el tono y los contenidos utilizados son los mismos que aplico en mis cursos.
El punto es que hubo una lectora mexicana, un tanto distraída al parecer, que tuvo a bien confundirme con un español y me dedicó una cuantas lineas bastante ofensivas. Al parecer, lo que le molestó ere el hecho de que un "español" se atreviera a hablar sobre la historia de México en los términos en los que yo lo hice.
El malentendido así como los comentarios que recibí me divirtieron mucho pues pusieron de manifiesto ese fenómeno tan propio de nosotros que es conocido como "el Efecto Jarrito de Tlaquepaque" ("EJT"). Estas artesanías, fabricadas en el municipio jaliscience que lleva este nombre se hicieron famosas en todo el territorio por la facilidad con la que se rompían ca raíz de la mala calidad con la que eran fabricados.
Los mexicanos somos muy sensibles y nos pesa mucho lo que los otros puedan decir u opinar de nosotros, más aún si son extranjeros pues al tiempo que, como indica el lugar común, los "recibimos con lo brazos abiertos", estamos recelosos de ellos y cualquier comentario u opinión sobre nuestro pasado o presente solemos considerarlo como una agresión imperdonable.
Así, solemos tomarnos todo a pecho. Los comentarios, las alusiones, las advertencias y hasta las miradas; todo parece estar en nuestra contra como si propios y extraños no tuvieran en mente más que herir una susceptibilidad que se caracteriza por tener un umbral de tolerancia bastante limitado.
Recuerdo que en mis últimos meses en el Instituto Nacional de Bellas Artes entró una nueva compañera para que nos ayudara en la elaboración de los discursos de la Dirección General. Cuando uno se dedica a estos menesteres es importante recordar dos principios: jamás te creas lo que escribes y lo que se cuestionan los textos, no los autores. Pues bien, esta pobre mujer jamás lo entendió, de ahí que siempre estuviera agobiada y sintiera que cada corrección era un cuestionamiento personal.
Si uno presta atención, se dará cuenta de que casos como el anterior se repiten una y otra vez en los ámbitos académico, familiar, laboral e incluso personal; de ahí que esté convencido de que si la vida es por naturaleza una auténtica HdP, ¿para qué tenemos que hacérnosla más difícil con el "EJT"?