Mostrando entradas con la etiqueta España. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta España. Mostrar todas las entradas

domingo, 22 de abril de 2012

¡Cómo ha progresado la comunicación!

Email, facebook, liveprofile, skype, twitter, viber y whatsapp son tan sólo algunas de las herramientas que hoy tenemos para comunicarnos en tiempo real y sin importar las fronteras que nos separan. Basta entrar a un aplicación, apretar un par de botones y listo, tenemos el mundo a nuestros pies.

Esto que hoy nos parece tan común, no lo era hace treinta o cuarenta años. Si uno quería contactar a la familia en el extranjero tenía tres opciones: las cartas (vía por correo postal), los telegramas (en vías de extinción) y el teléfono. De todos ello, sólo el último ofrecía dos grandes ventajas: inmediatez e interacción, pero también tenía un gran pero: era muy caro.

Hoy no lo tengo tan claro, pero a los siete u ocho años, siempre escuchaba a mi padre que hablar por teléfono a España (donde estaba la otra parte de la familia que no vivían aquí) era carísimo y que sólo se debía hacer para emergencias de mucho cuidado. Así, cuando mi madre tenía que comunicarse con su parentela, papá siempre ponía el grito en el cielo al ver el recibo telefónico.

Comparados con los actuales, aquellos eran tiempo prehistóricos. En un principio, la única manera de comunicarse era a través de la operadora y más le valía a uno tener todos los datos correctos y a la mano. Las operadoras eran bastante déspotas y hitlerianas, pero se entiende pues aquellos eran los tiempos en los que Telmex era un infierno propiedad del gobierno federal.

Sobrevivir a la operadora era el primer paso, pero no era suficiente. Dado que los satélites era una cuestión perteneciente al ejército y a la ciencia ficción, la conexión telefónica -según recuerdo lo que comentaban mis padres- era por cable, pero no uno cualquiera, ¡que va! Era uno que conectaba a América y Europa y discurría por debajo del mar, de ahí que fuera EL famoso cable transoceánico.Sonaba muy espectacular y vanguardista y, sin embargo, se trataba de una auténtica porquería. La señal se viciaba y se cortaba muy a menudo; además, en más de una ocasión resultaba imposible conectarse al otro lado del "chaco".

A Dios gracias vivimos otros tiempos. Los cables se han transformado en señales, las operadoras casi no son necesarios y los océanos ya no son el límite. El problema hoy es estar al tanto de las innovaciones que nos permiten comunicarnos y, peor aún, decidir cuál es la que más nos conviene o se apega a nuestras necesidades. 

¡Bendito problema el nuestro!

jueves, 25 de junio de 2009

Memorias : Cuando tenía 6 años (I)

Es poco lo que recuerdo de cuando tenía 6 años y uno de esos escasos recuerdos que aún conservo se relaciona con un viaje que hice a España en compañía e mi madre y de mí abuela paterna.

Era el año de 1975 y Franco agonizaba, pero no terminaba de estirar la pata al tiempo que el gobierno de Echeverría rompía relaciones diplomáticas con la madre patria. En España sólo había dos cadenas de televisión: la 1 y la 2 que, por si ello fuera poco, no iniciaban transmisiones sino hasta pasado el medio día. Además, yo iba en calidad de monito de circo en gira pues uno de los objetivos del viaje era que la familia y los amigos de "allá" me conocieran.

Recuerdo que el viaje no inició bien, pues mi papá decidió que era conveniente que fuera con el pelo cortado. Para quienes no lo conozcan debo decir que él es gineco-obstetra y si bien para tal labor se necesita contra con habilidad en las manos, cortar el pelo de manera decente -y no como él lo hizo pese a sus buenas intenciones- requiere de otro tipo de destrezas.

Cuando llegamos a Madrid, no marchamos directamente a Asturias, sino que nos quedamos un par de días ahí, aunque ignoro la razón pues ahí no teníamos familia. La experiencia no fue buena por dos razones. La primera fue que yo, que era un adicto al jugo de naranja, quedé impresionado ante el sabor amargo de los zumos de naranja de allá; la segunda fue que el día que marchábamos para Asturias, mi madre puso mal el despertador y nos levantó a mi abuela y a mi en la madrugada y, para colmo de males, puso el agua tan caliente en el baño del hotel, que sentí por primera vez en carne propia los mareos que puede producir el bañarse en esas condiciones.

Viajamos a Asturias en un "tren-cama". Aún recuerdo la emoción que sentí en la estación de Atocha por ser aquella la primera vez en que me subía en un tren. Como el fan que era del "Vaquero solitario", moría de ganas, sin importar que se tratara de un trayecto nocturno, de asomarme por las ventanillas para ver cómo los vaqueros perseguían a los indios y viceversa... 

Por la noche nos dormimos los tres en el mismo compartimento. Por la madrugada me desperté con la urgencia de descargar la vejiga, así que medio dormido, me levanté, abrí la puerta de lo que creía que el baño e hice lo que tenía que hacer. Por la mañana descubrí que aquella era en realidad la puerta del armario y que había hecho mis necesidades sobre los zapatos de mi abuela, quien extrañada, no entendía cómo era posible que sus zapatos estuvieran mojados. Hay veces que es mejor callar... y esta era una de esas.

Finalmente llegamos a Gijón y ahí estaba la familia esperándonos. Creo que nos recibieron mí tía Layi, prima de mi madre, mi tío José, esposo de ésta, mi tía Eladia, hermana de mi abuela, mi tía María Jesús, hija de la última y hermana de Layi, y Tito, su esposo. Como era de suponerse, primero se fijaron fue en mi corte de pelo y, con ello, empezaron las críticas hacia mi padre, para después darme la bienvenida.

Aquí me detengo para no abrumar más a los lectores, si bien prometo que en un futuro seguiré con esta breve crónica autobiográfica