Era el día de la raza y mientras que un puñado de personas obstaculizaba el paseo de la Reforma para repudiar -en muy buen castellano- el descubrimiento de América ante la estatua de Colón, Jorge Kahwagi asistió a la cámara de diputados para contribuir con su voto para que la reelección legislativa no pasara.
Al observarlo, juré que había retomado su carrera de pugilista. Se presentó desfajado, tenía el rostro y los ojos hinchadísimos y arrastraba las palabras al hablar; vamos, parecía que acababa de pelear 12 rounds y fue noqueado en el último. Un minuto de video me hizo comprender, y voy a ser muy benévolo, que en realidad estaba estaba más borracho que una cuba.
Verlo así me dio pena, mejor dicho, vergüenza. Mientras que a mí me pasó sin pena ni gloria tan importante día, nuestro representante decidió celebrarlo para recordar el carácter mestizo de México y para mejorar las relaciones del país con la madre patria. Luego que recordé que cómo este año se celebra el centenerio del natalicio de Cantiflas, tal vez le estaba rindiendo un sentido y personalísimo homenaje, en tanto que yo ni siquiera había prestado atención a la fecha. No dudo ni por un instante que esta es la diferencia entre ser un triste maestrillo universitario y ser todo un estadista.
-¡Qué jodido es ser diputado! -no pude contener la exclamación ante tal elocuencia y rostro. Representar a los mexicanos es una labor tan demandante y extremadamente dura que termina por acabar con el físico y el intelecto de quien posee tal distinción. Visto así, creo que no hay ningún sueldo, por muy alto que sea, que pueda compensar este tal. No dudo ni por un instante que esta es la diferencia entre ser un triste maestrillo universitario y ser todo un estadista.
Jorge Kahwagi es un ejemplo de compromiso. En su lugar, otro hubiera seguido en la fiesta, bebiendo y departiendo con sus amiguetes y ligando a diestra y siniestra como todo un bohemiazo; él, en cambio, ni siquiera se reportó enfermo. Por el contrario, suspendió la juerga y se presentó en la sede del poder legislativo para cumplir con su deber. No dudo ni por un instante que esta es la diferencia entre ser un triste maestrillo universitario y ser todo un estadista.
Por último, darle mi mayor agradecimiento a Jorge Kahwagi porque gracias a su efímera intervención, Jorge Kahwagi me ha permitido comprender que los diputados no son el problema de México; más bien lo somos nosotros, sus habitantes, que somos incapaces de entender y valorar la abnegación y los sacrificios que esos 500 prohombres realizan durante tres largos años. No dudo ni por un instante que esta es la diferencia entre ser un triste maestrillo universitario y ser todo un estadista.