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domingo, 16 de octubre de 2011

La diferencia entre ser un triste maestrillo universitario y ser todo un estadista


Era el día de la raza y mientras que un puñado de personas obstaculizaba el paseo de la Reforma para repudiar -en muy buen castellano- el descubrimiento de América ante la estatua de Colón, Jorge Kahwagi asistió a la cámara de diputados para contribuir con su voto para que la reelección legislativa no pasara.

Al observarlo, juré que había retomado su carrera de pugilista. Se presentó desfajado, tenía el rostro y los ojos hinchadísimos y arrastraba las palabras al hablar; vamos, parecía que acababa de pelear 12 rounds y fue noqueado en el último. Un minuto de video me hizo comprender, y voy a ser muy benévolo, que en realidad estaba estaba más borracho que una cuba.

Verlo así me dio pena, mejor dicho, vergüenza. Mientras que a mí me pasó sin pena ni gloria tan importante día, nuestro representante decidió celebrarlo para recordar el carácter mestizo de México y para mejorar las relaciones del país con la madre patria. Luego que recordé que cómo este año se celebra el centenerio del natalicio de Cantiflas, tal vez le estaba rindiendo un sentido y personalísimo homenaje, en tanto que yo ni siquiera había prestado atención a la fecha. No dudo ni por un instante que esta es la diferencia entre ser un triste maestrillo universitario y ser todo un estadista.

-¡Qué jodido es ser diputado! -no pude contener la exclamación ante tal elocuencia y rostro. Representar a los mexicanos es una labor tan demandante y extremadamente dura que termina por acabar con el físico y el intelecto de quien posee tal distinción. Visto así, creo que no hay ningún sueldo, por muy alto que sea, que pueda compensar este tal. No dudo ni por un instante que esta es la diferencia entre ser un triste maestrillo universitario y ser todo un estadista.

Jorge Kahwagi es un ejemplo de compromiso. En su lugar, otro hubiera seguido en la fiesta, bebiendo y departiendo con sus amiguetes y ligando a diestra y siniestra como todo un bohemiazo; él, en cambio, ni siquiera se reportó enfermo. Por el contrario, suspendió la juerga y se presentó en la sede del poder legislativo para cumplir con su deber. No dudo ni por un instante que esta es la diferencia entre ser un triste maestrillo universitario y ser todo un estadista.

Por último, darle mi mayor agradecimiento a Jorge Kahwagi porque gracias a su efímera intervención, Jorge Kahwagi me ha permitido comprender que los diputados no son el problema de México; más bien lo somos nosotros, sus habitantes, que somos incapaces de entender y valorar la abnegación y los sacrificios que esos 500 prohombres realizan durante tres largos años. No dudo ni por un instante que esta es la diferencia entre ser un triste maestrillo universitario y ser todo un estadista.

miércoles, 4 de marzo de 2009

¡Hay qué tiempos señor Don Simón!


Dice, y con mucha razón, la sabiduría popular que como México no hay dos, y vaya que si tiene razón. Parece ser que el nuestro es un país que se guía por el principio cuasi necesario de "hacer de lo fácil lo difícil, y de lo difícil... pues ni mejor hacerlo".

Comento esto porque acabo de leer la última entrada del blog de Guadalupe Loaeza sobre repatriar o no los resto del General Porfirio Díaz en el marco de los festejos del centenario de la Revolución Mexicana. Después de leer las pobres y pocas líneas que escribió, me queda en claro que lo de ella son, y me perdonarán, sólo ganas de chingar. Me queda claro que en el país tenemos cosas más importantes en qué ocuparnos, tales como la violencia, la crisis económica, el narcotráfico, la inseguridad, el desempleo...

Proponer temas como el arriba mencionado tipo de temas es buscar polemizar a lo zonzo. ¿Qué ganamos como sociedad y país discutiéndolo?, ¿quienes quieran la repatriación serán villanos y sus opositores héroes o viceversa?, ¿acaso el tema es relevante porque el poder ejecutivo federal está en manos de un panista?, ¿seremos más o menos mexicanos porque los restos de un político mexicano yazcan aquí o en Francia?

Puede ser que tal vez me encuentre de malas y esté siendo muy duro con la señora Loaeza; tal vez no haya entendido en primera instancia su propuesta. Es por ello que, en un arrebato de empatía, me sumo al espíritu de su propuesta con otras que, considero, son del interés nacional:

  1. ¿Debemos buscar o no los restos de la pierna de Santa Anna?
  2. ¿Debemos buscar los restos del brazo de Manuel González?
  3. ¿Debemos ir al Panteón de Huatabampo y extraer las cenizas del brazo de Álvaro Obregón para colocarlas de nueva cuenta, pero en formato diferente, en el monumento que lleva su nombre?
  4. ¿Debemos o no buscar las cenizas de los pies tatemados de Cuauhtémoc?
  5. ¿Debemos o no buscar El Dorado y la fuente de la eterna juventud?
  6. ¿Debemos buscar o no al niño perdido?
  7. ¿Debemos o no ir al Panteón de San Fernando y a la Cripta Imperial de Viena para clonar, respectivamente, a Benito Juárez y Maximiliano para que se den de nueva cuenta su quién vive?
Habiendo recuperado de nueva cuenta la cordura, y en el entendido de que el gobierno hará poco por solucionar los problemas que asfixian la país, creo que algo que si está en sus manos, como en las de ese grupo de intelectuales orgánicos que no se atreven a salir del clóset pero que bien chupan del erario público, es reparar en parte el daño hecho e improvisar (para organizar ya no hay tiempo) unos festejos dignos en torno al bicentenario de la independencia y centenario de la revolución nacionales. es por ello que estoy convencido que es el momento de que nos dejemos de pendejadas, como de costumbre, y nos pongamos a trabajar en el beneficio de este país que tanto lo beneficia.

P.D. Y para quien quiera seguir perdiendo el tiempo, aquí está este video con la voz de Porfirio Díaz: