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lunes, 5 de diciembre de 2011

Lo llamamos...

Es el final de semestre y la semana pasada fue, además, una auténtica pesadilla. Por ello quiero dejar a un lado las reflexiones sesudas para poner en su lugar este relato breve que mucho tiene que ver con los momentos que estamos viviendo y que viviremos por un buen trecho del 2012. ¡Qué lo disfruten!



En la ciudad donde vivo son muchos los que hablan de este monstruo, pero contados los que lo han visto cara a cara.

Dicen que es un mutante que cambia de forma y de color a voluntad, de ahí que sea difícil saber a ciencia cierta cómo es físicamente y, más complicado aún, lo qué está pensando. Quienes lo conocen, afirman que su modo de vida es parasitario pues gusta de apropiarse de la energía y recursos de otros seres, particularmente de aquellos que se ven obligados a desarrollar un esfuerzo físico notable para sobrevivir.

Su modus operandi siempre es igual. Seduce a sus víctimas con palabras dulces y promesas fabulosas hasta dejarlos en un estado de seminconsciencia, momento que aprovecha para adueñarse de su vigor extrayéndolo de cada uno de los orificios corporales, si bien es de destacar que muestra una especial predilección por aquel donde termina el tracto digestivo. 

Hay quienes aseguran que este ser, que vive de noche y duerme de día, mora un hábitat conocido como “El Palacio”. Ahí acostumbra reunirse con otros entes iguales a él para sumar sus poderes, llevar a cabo hechizos espeluznantes y celebrar aquelarres destinados a provocar grandes males –la mayoría de las veces con éxito– a los seres humanos. 

Pocos lo han visto, repito, pero todos lo conocemos, aunque sea de nombre. Y es que desde hace siglos, a esta criatura pútrida y abismal lo llamamos... diputado.

lunes, 3 de octubre de 2011

La historia del capitán



El capitán no podía quitar su mirada de aquel objeto. Era, y por mucho, la mejor nave que había tenido en la vida.

-Observa ese chasis -me dijo sin ocultar su emoción-. Está fabricado con acero de la mejor calidad. Basta tocarlo para darse cuenta de ello.

-No lo dudo -respondí-, pero hay un detalle que debería considerar...

-¡Y esos asientos de cuero! -me interrumpió-. Son muy cómodos, pero lo más importante es que son de lo más caro que se puede encontrar en el mercado. Si te dijera lo que vale el metro cuadrado, no darías crédito.

-Sin embargo...

-Agáchate y revisa los neumáticos... ¿Lo has notado?

-¿Notar qué?

-¿Qué va a ser? ¡El dibujo, tonto! Está hecho a mano. Aunque en lo que al frenado se refiere, no hay diferencia con los neumáticos tradicionales. Pero da lo mismo, porque soy de las pocas personas que puede presumir que los manda fabricar de manera artesanal. ¡Impresionante!, ¿verdad?

-Si..., de no ser por un detalle, capitán -dije con muy poco entusiasmo.

Pese a que su rostro se encendió y sus ojos se inyectaron de sangre, el capitán realizó un esfuerzo notable para controlarse. 

-¿Y podría saber qué es lo que tanto te molesta?

-No niego que tiene razón en todo lo que ha dicho; sin embargo, ¿se ha fijado que la nave no tiene motor?

El hombrelanzó una risotada.

-¿Y qué con eso? Debes recordar, hijo, que lo importante en esta vida no es que sirvan las cosas, sino cómo se ven. Hoy en día cualquier capitán tiene una nave que funcioné, en cambio, muy pocos cuentan con una tan bella y lujosa como esta...


© Iñigo Fernandez Fernández, 2011.