lunes, 29 de noviembre de 2010

Diciembre no fue creado para descansar


En la medida en que diciembre se acerca, son más las personas que dan su segundo esfuerzo con tal de gozar unas merecidas vacaciones. Sin embargo, yo no lo tengo tan claro.

En principio, habría que definir el concepto "vacaciones". Mientras que para unos representa la posibilidad de no ir al lugar donde se labora, para algunosimplica dejar la ciudad para ir a la playa o la costa, en tanto que para otros es, simplemente, la ocasión de vagar como Dios manda.

Con orgullo afirmo mi pertenencia a los últimos, a ese colectivo cuyos miembros somos víctimas de la sociedad de consumo, que vivimos en carne propia el espejismo de las vacaciones navideñas y que creemos a pies puntillas en la máxima: "Diciembre no fue creado para descansar".

Cuando es un novato en esto, llega al último día de trabajo con una sensación de alegría que se suma a la del optimismo de quien se sabe dueño de su destino y de sus días. Ya sea con varias copas encima, o sin siquiera haberlas tocado, en el brindis de fin de año uno se vuelve  más agradable y efusivo con los compañeros del trabajo de tan sólo pensar en los gratos tiempos de vagancia que están por venir.

Sin embargo, esta sensación se disipa con gran facilidad. Basta la llamada del familiar  político que uno ni conoce, del amigo que casi nunca se manifiesta o de aquella tía que uno creía muerta para ver cómo se jode el plan gracias a una frase aparentemente inocente pero que en realidad es muy venenosa: "estoy organizando una pequeña reunión en casa y quisiera invitarte". Tal vez alguno haya alguien que piense que exagero, pero quienes creen que diciembre no fue creado para descansar saben a qué me refiero pues el problema con estos compromisos es que nunca vienen solos, siempre caen en cantidades generosas de tres, cuatro, cinco, seis...

De ellos, los que se deben evitar a toda costa son los de los conocidos; esas pérsonas que sin ser familiares ni amigos que "aparecen" mágicamente en este tiempo. Hay que recordar que pese a los buenos deseos que suele producirnos diciembre, también es un mes que gracias a ese maravilloso invento que es el aguinaldo, hace que otros nos vean con cara de cajero automático o de vendedor diamante de Amway.

A ello habría que sumar otros dos factotres: el tráfico y las compras que anteceden a la Navidad. El alejamiento del trabajo se traduce en un acercamiento al carro y la ausencia de horas nalga en la silla oficina se transforma en la abundancia de horas nalga en el coche sin nada más que hacer que pasar el rato escuchando la radio o mentándole la madre a quienes comparten con uno este viacrucis. En esta línea habría que considerar además, no podría ser de otra forma, un tipo de traslado que es aún más aterrador: el del cambio de los regalos que nos quedaron o no nos gustaron, lo que en realidad representa una enorme pérdida de tiempo y de energías que bien se podría estar mal gastando con una sabrosa siestecita o una buena terapia de aturdimiento televisivo.

La situación puede empeorar (en lo que denomino el efecto "navidad completa") cuando en medio de esa orgía de comidas que acompaña a diciembre se tiene la mala fortuna de ingerir un alimento en mal estado, peor aún si ello sucede en un festejo al que se asistió gracias a las tácticas intimidatorias de la pareja o los padres. De nueva cuenta uno pierde horas -tal vez días, según la afección que ataque- haciendo horas nalga  ahora sentado en el consultorio, en cama o, peor aún, en la diosa de porcelana.

Si diciembre no fue creado para descansar, entonces ¿para qué carajos existe? No tengo la menor duda de que se trata de un invento hecho por los patrones para que regresemos a trabajar con más ganas pues, a final de cuentas, el resto del año si se hizo para trabajar y bastante duro...

miércoles, 17 de noviembre de 2010

De Rock en tu idioma y otras zonceras ochenteras

Era bastante comercial, muchas veces simplón, un tanto superficial y la mayoría de las veces muy pegadizo y, pese a todo, nos encantaba. Era Rock en tu idioma, un proyecto de la disquera BMG para promover , a mediados de los años ochenta, a bandas poperas argentinas, españolas y mexicanas. Fue de este así, como los jóvenes de entonces descubrimos a Sosa Stereo, Enanitos Verdes, GIT, Toreros Muertos, Radio Futura, Hombres G, Orquesta Mondragón, Olé-Olé, La Unión, Botellita de Jérez, Kenny y los Eléctricos, Fobia, Caifanes...

El comentario hoy puede paracer nimio, tal vez exagerado, pero en la década de los años ochenta la historia era diferente. De entrada el tema de los grandes conciertos nos era del todo ajeno. En 1969 los Doors , con todo y el grandioso Jim Morrison, tocaron en un pequeño lugar llamado "Forum", si bien cuenta la leyenda que inicialmente, y a manera de engaño, se les había ofrecido la Plaza de Toros México. Años después, en 1982, Queen ofreció unos cuantos conciertos en Puebla, y en 1987 Miguel Ríos ofreció un concierto en la Plaza de Toros México para el que los boletos volaron y muchos nos quedamos sin la oportunidad de verlo.

Que no tuviéramos megaconciertos fue culpa del gobierno, al que las grandes concentraciones de jóvenes -al igual que en 1968- seguían sin gustarle y, en consecuencia, solía ponerse tan pesado para aiutorizar las tocadas, que muchos grupos interesados en presentarse en México, terminaban por desistir.

Lo anterior no significa que carecíeramos de espacios para escuchar música en vivo. En el caso de los grupos mexicanos, estaba "Rockotitlán" (su lugar hoy lo ocupa el "Bar Amapola"). Se trataba de un pequeño espacio en el que Fernando Arau, copropietario del lugar, presentaba entre chistes y albures a los mejores grupos del momento. Ocasionalmente, algún hotel céntrico traía a un grupo español para que ofreciera unos cuantos conciertos. Fue de esta forma como pude ver en febrero de 1988, y en compañía de Susi, a Olé-Olé y a su escultural cantante: Marta Sánchez.

El problema era que vivíamos en un país donde imperaba un censura tan estúpida que la esposa del presidente Miguel de la Madrid solicitó, y con éxito, a la única compañía de televisión por cable , que dejara de transmitir la señal de MTV por que sus videos eran inmorales. Curiosamente este defecto pareció desaparecer cuando Televisa los empezó a transmitir los sábados a las 9 de la noche 

Si esto es risible, más lo es decir que en la radio se censuró la canción "Devuélveme a mi chica", de los Hombres G porque en una parte se escuchaba la frase "sufre mamón", lo que no pasaba con  "Skápate, canción del grupo venezolano Desorden Público" que contenía la máxima memorable: "y cuando enamorado hagas el amor, no te olvides por favor de ponerte un condón". Cosas del destino y de la estupidez.

Esta censura era absurda porque, en su afán de mantener las buenas formas, se mostraba temerosa de un movimiento musical muy propio de la Generación X que no pretendía despertar conciencias, sino divertir a los jóvenes con canciones tan babosas como "Autos, moda y rock and roll" de Fandango; "Viviendo de noche" de Veni, vidi, vici; "Me quieres cotorrear" de Kenny y los eléctricos; "Quiero una novia pechugona" de La Trinca; "Mi aguita amarilla" de Los Toreros Muertos, y otras tantas más que no podían faltar en cualquier fiesta y que hoy, a veinticinco años de distancia, siguen siendo referente fundamental para toda una generación.

viernes, 29 de octubre de 2010

Los muertos se acercan...


En México las fiestas de "Halloween" y del día de muertos se entremezclan en estos días. Y es que parecería ser que no tenemos empacho alguno en festejar una fecha y la otra, en tanto que se trate de celebrar a nuestros muertos.

Hay gente que se toma muy en serio estas fechas, ya sea para convivir con sus difuntos o para buscar el mejor de las disfraces posibles para la fiesta; sin embargo, habemos otros (hemos habido otros, debería precisar) que concebimos el 31 de octubre para echar relajo y "hacer gamberradas", como solía ecir mi abuela.

Un par de años nos dio por literalmente atrincherarnos en casa del Lagartijo para hacer "de las nuestras". Nos reuníamos a las cinco de la tarde para llenar globos con agua, meterlos en cubetas y llevarlos a puntos estratégicos de nuestro fuerte. Éste era, en realidad, una parte alta de la casa que aún se encontraba en obra negra y que era ideal para atacar a nuestras víctima que, por lo general, eran grupos de adolescentes que por lo visto aún no se daban cuenta de que ya habían crecido.

¿Abusivo?, ¡cierto!; ¿alevoso?, ¡por supuesto!; ¿gandalla?, ¡incuestionable! Pero a la vez era divertido, o al menos lo fue hasta que tuvimos un incidente producto de la distracción y de la falta de comunicación. El Lagartijo había lanzado un globo con agua a un grupo de gandules, quienes ante la agresión, nos empezaron a insultar. Mientras ellos nos amenazaban y sin que me diera cuenta, Amat lanzó otro lobo que cayó en un coche que pasaba entonces y que frenó en seco. El momento mágico se dio cuando grité "a ver si son tan machos". Dediqué la frase a la banda de gandules, pero, lamentablemente, la escucharon los tres tipos que viajaban en el auto. Lo que recuerdo de la escena es que se bajaron rápidamente del auto, estaban bien "mamá dolores" y que uno de ellos espetó: "ahora ya se los llevó la chingada".

Vimos que abrían la cajuela del coche y nada más. Corrimos a refugiarnos en el primer lugar seguro que encontramos -un baño a medio acabar- y escuchamos una serenata de sonidos que incluyó el ruido de botellas estrelladas, el de un vidrio quebrado y el de madera que cedía a patadas. Aún cuando el escándalo había cesado tardamos un buen rato, el mismo que nos llevó serenarnos, en salir del escondite y bajar a la calle para ver "el estado del arte". Había por lo menos restos de cinco caguamas vacías, la casa continua tenía uno de los vidrios de la fachada rotos y la puerta del garaje del Lagartijo estaba astillada y con evidentes muestras de violencia.

A partir de entonces no hubo más globos con agua. Lagartijo se iría a vivir a Estados Unidos meses después, en 1987, y los demás, aunque fuera sólo por unos años, utilizamos el 31 de octubre para juntarnos y hacer cosas inéditas (y menos violentas), como ir a Rockotitlán, por ejemplo. Finalmente, en 1990 suspendimos toda actividad en esa fecha (recuerdo estar leyendo un texto aburridídsmo de los mexicas) tal vez porque, muy en el fondo, sabíamos que hay veces en la vida hay que liberarse del pasado para seguir adelante.

lunes, 18 de octubre de 2010

Sin título

Dicen que todo tiempo pasado fue mejor y yo, francamente, así lo creo. Está atrapado en nuestra mente bajo la forma de recuerdos y de idealizaciones que, lejos de ser testimonios fieles del pasado, son potentes drogas que nos hacen más tolerable el presente.

Recordar el pasado es una de las actividades que más me gusta, este blog es fiel testigo de ello, si bien es cierto que reconozco que ello no deja de ser un tanto doloroso pues recrear lo que ya dejó de ser es tener entre las manos recuperar por unos instantes algo que sabemos de sobre que nunca más volverá. Sin lugar a dudas este es otro camino más en la senda del masoquista.

Y todo esto lo traigo a colación porque desde hace un días no hago más que pensar en cuando tenía diecinueve años. "Qué fregona era esa época", me repito cada vez que pienso en aquella época en la que la libertad, los amigos, las fiestas, las mujeres y la diversión eran lo único que me importaban y en donde mi vida era aparentemente perfecta.

Remarco la palabra "aparentemente" pues después de babear un rato con los recuerdos procuro ponerlos en perspectiva y con ello, mi paraíso diecinuevesco se desvanece poco a poco ante las imágenes que van saliendo de los archivos más profundos de mi memoria y que nos destacan por ser precisamente los más gratos.

Así, repentinamente me percato de que aquel no ha sido el mejor de mis tiempos. Me vuelvo momentáneamente honesto y caigo en la cuenta de lo fácil que era ligar, pero lo difícil que resultaba encontrar una mujer para algo más que pasar el rato; lo fastidioso que podía ser ir a las fiestas para terminar la noche haciendo entregas a domicilio de bultos etilizados; lo molesto que podía ser llegar a casa y dar explicaciones a mis padres sobre cualquier cosa que quisieran saber; la monserga que en ocasiones resultaba tener que soportar ese ambiente tan pesado que imperaba en la universidad; y lo frustrante que podía ser creer en la libertad y no poderla vivir plenamente.

Todo tiempo pasado fue mejor... en la cabeza de cada uno, pues en la realidad, ha sido igual de bueno y  de malo -matices a parte- que el presente. Lo que pasa es que hay momentos en los que el aquí y ahora es tan crudo y confrontante, que nos nos queda más que recogernos y refugiarnos en aquellos momentos pretéritos que día con día nos confeccionamos a la medida.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Las redes virtuales y el "efecto Lázaro"

Primero me rehusé pero, a final de cuentas, terminé cayendo en "las garras" de las redes sociales, especialmente de Facebook.

Mi fascinación no sólo se debe a la posibilidad de adentrarme en la vida de los demás y estar al tanto de lo que piensan, sienten, creen y esperan; también es una herramienta fabulosa para reencontrarme con gente que ha sido parte de mi vida y, en ese sentido, revivir momentos del pasado.

No niego que ha sido grato, incluso emocionante, toparme con gente de la que hacía décadas que no tenía noticias para ponernos al tanto de nuestras vidas y ver cómo hemos cambiado, si bien hay algunos que siguen igual que cuando teníamos 18 años.

Pese a todas sus bondades, el medio no es perfecto pues es un espacio ideal para que se dé el "efecto Lázaro" que no es otro que aquel por el que gente del pasado que creíamos muerta resucita e intenta reaparecer en nuestras vidas. Sorpresas como esas me ponen de mala leche pues suele ser incómodo recibir un mensaje que te indica que te han mandado una invitación de amistad. ¡Diablos!

Creo que en algunos casos se trata de amnesia y tengo un caso que lo ejemplifica. El otro día entro a Facebook y me encuentro con la invitación que me dejó frío.  Se trata de una persona que fue mi alumno , colaborador en un proyecto y, finalmente colega en la docencia. Nos encontramos a fines del 2006 cuando yo trabajaba en el INBA y el sexenio estaba por acabar; él  por contra, tenía un buen cargo y laboraba en el sector cultural privado. Fue muy amable y me ofreció trabajo en caso de que las cosas me fueran mal en el futuro... y ahí empezó el viacrucis. 

En diciembre sostuvimos una entrevista y me pidió que le mandara algunos de mis escritos para que su jefa los viera, pero eso no fue suficiente pues, a continuación, recibí un correo en el que me solicitaba que analizara una imagen que me anexaba. Hice lo anterior y, de pronto, desapareció pues ya no respondía a mis correos y llamadas. Cuatro meses después, y tras haber resuelto mi situación laboral, recibí una carta en la que me comunicaba que no había sido aceptado. Hoy, tres años después, parece haber olvidado todo lo anterior y me envía una invitación para ser amigos facebookeros. Como solía decir un maestro: "en esta vida el fondo es forma".

Otras veces creo que el fenómeno no es producto de la amnesia sino de un agenda oculta, bueno, de una agenda burdamente oculta. Así, por ejemplo, recibí un mensaje de una persona con la que jamás tuve una buena relación y de la que hacía siglos que no sabía cosa alguna. Sus palabras eran tan emotivas que me estaban convenciendo... hasta que recordé que un pariente suyo era mi alumno y que no le estaba yendo muy bien en el curso. Todo hubiera podido quedar en una mera coincidencia, si éstas existen, de no ser porque en algún momento le mencioné al estudiante lque de niño había conocido a un tío suyo, quien precisamente era el papá de la persona que me mandó el mensaje. Demasiado bello para ser real.

Lo bueno es que al final del día, la ventaja de Facebook sobre la vida reales que sólo se requiere hacer un "click" para mandar a nuestros "Lázaros" de vuelta a su tumba.