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sábado, 8 de enero de 2011

"Todos" es en realidad "ninguno".

Reconozco que me gusta mucho platicar. No siempre ha sido así. Cuando trabajaba en el gobierno hubo momentos, a veces una semana entera, en la que sólo hablaba para saludar a las secretarías y pedirles que enviaran algún fax o me dieran un número telefónico.

Sin embargo, en la universiodad todo es diferente. Me complace hablar con alumnos y profesores, bueno, con aquellos que me tienen confianza pues tengo la certeza de que no soy monedita de oro para caerle bien a todos. La experiencia me produce una gran satisfacción. Con los estudiantes a veces siento envidía de no tener veinte años de nueva cuenta para hacer lo que ellos hacen y, en otras, agradezco no tenerlos dados los problemas, problemones debería decir, que se ven obligados a enfrentar. 
Con los colegas, en cambio, la historia es diferente. Siento un gozo especial cuando charlamos de las clases y de los libros que estamos leyendo, cuando intercambiamos algunos consejos y, con quienes pasan la frontera de compañero a amigo, escuchar y comentar nuestros problemas.  

 Pues bien, la semana que termina no fue la excepción y, sin embargo, ha sido tan reveladora, que afirmo que es el segundo aprendizaje del año (para ver la primera, no seas vagos y lean el post anterior). Dos personas muy queridas, y distintas a la vez, pasan por una situación que, además de ser la misma, la comparto con ellos.

Los escucho, platicamos, me piden consejos y con gusto se los doy. En el proceso, me descubro diciendo cosas que en otros momentos jamás hubiera dicho, pero de las que hoy estoy convencido. Y es que no sé por qué pero cuando tenemos problemas, nos volvemos tan egocéntricos que estúpidamente consideramos que somos los únicos en padecerlos. Claro que el sentido común sale al quite para decirnos que eso es mentira, que tal o cual problema forma parte de la naturaleza (caída) del ser humano, que todos -o casi todos- hamos pasado por las mismas y que, en consecuencia, nuestro problema tendrá un final feliz. 
Lo cierto es que el discurso no falla. El concepto "todos" es tan abstracto e impersonal que no funciona. ¿Qué cara tiene "todos"? ¿Cuál es su historia de vida? ¿Dónde vive? ¿Cuáles son sus vicios y virtudes? Resulta que "todos" es en realidad "ninguno" y, en consecuencia, no sirve de consuelo. En cambio, cuando uno se ve reflejado en el amigo, el colega o el vecino, la historia toma otro giro porque adquiere un rostro y una voz, porque se humaniza.

Deseo concluir citando a Publio Terencio Africano y una de mis frases favoritas: "Hombres soy, y nada de lo humano me es ajeno".

lunes, 3 de enero de 2011

Aprendizajes en el nuevo año

Paracer ser que éste será un año en el que no perderé el tiempo. El desdichado ha iniciado y ya me me ha dejado un aprendizaje, bastante cruel, por cierto: he perdido condición etílica. Me temo que el tiempo no me ha perdonado y que quedaron atrás las épocas en las que los execesos no pasaban factura  o, en el peor de los casos, lo hacían pero con bastante considreación. 

Hoy, en cambio, veo con cierta tristeza que si bien mi tanque sigue teniendo la misma capacidad, su carburador ya no es el mismo. Vamos, lo que quiero decir es que aunque sigue procesando el alcohol, aparentemente ya no lo hace con la misma efectividad, deja de filtrar algunas "impurezas" y castiga muy a lo bestia a su propietario.

Mentiría si dijera que el 31 de diciembre pasado no tomé ni una sólo copa, del mismo modo si afirmara que me dediqué toda la noche a llenar el tanque. Digamos que me llevó cuatro horas -y un par de vodkas, dos copas de vino y unos cuantos "culines" de sidra- dejarlo a medias. Sé que la combinación es una invitación a puertas abiertas para la cruda, pero antes hacía burradas peores (sin llegar jamás a las mentadas "aguas locas") y los daños no eran tan considerables.

Así, inicié el 1° de enero del 2011 sintiendo que por mi cabeza desfilaba la artillería pesada de la Unión Soviética al tiempo que la Luftwaffe se ensañaba con ella lanzándole sus bombas más potentes. Sé que no faltará el listo que diga que es una reveranda estupidez pasar por esto cuando se tienen aspirinas y paracetamol. Muy cierto... de no ser porque tenía el estómago tan revuelto que recoger las copas de la mesa  sin vomitar fue todo un triunfo. Cierto es que en poco me ayudó la decisión de ver una película uruguaya llamada Whisky. Imagino que, en otras circunstancias hubiera disfrutado del ambiente depresivo que impera en ella, de la soledad en la que vivían sus personajes y de la manera tan absurda en la que uno se puede echar a perder la vida. Después de haberla visto era tan fuerte mi dolor de cabeza que estaba a punto de llorar.

En fin, como era de suponer con las horas la cruda desapareció, no así saber que "se acabó lo que se daba". Al inicio la idea no me agradó por razones que son obvias, pero luego me di cuenta de que no todo estaba perdido pues esta es una buena oportunidad para recordar que la vida es cambio, que uno debe enfrentarlo y, más importante, tiene que adaptarse a él.

Es sorpendente lo que uno puede aprender el primer día del año gracias a una resaca... ¿verdad?