Es de todos sabido que a partir del 27 de diciembre del año 2008, el ejército israelí ha llevado a cabo una incursión en la franja de Gaza, territorio palestino que es actualmente gobernado por el grupo radical Hamas. A partir de entonces, el mundo se ha desgañitado en ataques y justificaciones ya sea a favor o en contra de ambos bandos.
En términos históricos el conflicto se explica con cierta cabalidad: dos nacionalismos que reclaman como propio el mismo territorio no pueden llevar a nada bueno, más aún cuando en aras de crear un Estado que, como el de Israel, tenía derecho legítimo se escindió un territorio -Palestina- que, aunque fuera bajo el dominio británico, existía como nación.
De igual forma se puede entender la molestia de los árabes, en lo general, y de los palestinos, en lo particular, por verse obligados a convivir con una nación que nada tiene en común con ellos; del mismo modo que se se puede comprender, gracias a cuatro guerras y los constantes ataques fundamentalistas que ha sufrido, su propensión a recurrir a las armas como un medio de supervivencia.
Cierto es que cuesta trabajo encontrar sentido a lo que hoy sucede, más aún cuando Europa Press comenta (http://www.europapress.es/internacional/noticia-mas-900-palestinos-muertos-ofensiva-israeli-contra-franja-gaza-20090112213658.html) que de los 905 palestinos que han muerto. Y, sin embargo, a mi parecer ello no es, ni debe serlo, motivo para satanizar ni endiosar a uno y otro bando.
Las generalizaciones son, además de absurdas, un acto de ignorancia cómoda que nos lleva a deshumanizar al sujeto de la generalización. Cuando decimos "los israelitas son asesinos" o "los palestino son terroristas". lo hacemos sin pensar realmente en lo que estamos diciendo. ¿Realmente todos ellos quieren la guerra?, ¿en verdad disfrutan la violencia?, ¿es posible que gocen matándose los unos a los otros?
Considero que este es el punto en el que debemos reflexionar por un momento y considerar que una cosa es lo que los partidos políticos, gobiernos y ejércitos dicen que sus pueblos desean y otra, muy diferente, lo que "el hombre de a pie", es decir, el ciudadano común y corriente quiere. Yo no me imagino que alguien en su sano juicio no anhele para él, su familia y sus conciudadanos otra cosa que no sea disfrutar de una vida próspera y en paz con los demás, sin importar distinciones de ideología, gobierno, religión o raza.
Claro está que la labor del ejército y las milicias es la ayudar -hasta con su propia vida si es necesario- a procurar las condiciones para que lo antes mencionado se concrete; pero, ¿qué ocurre cuando en su actuar mueren los civiles? De las 905 muertes que han tenido lugar, 380 -el 42%- corresponden a mujeres y niños, justo los menos culpables de lo que sucede.
Y eso es precisamente lo que más rabia me da, porque soy padre; porque me indigna que en cualquier parte del mundo "los que no tienen vela en el entierro, más aún si se trata de los pequeños, mueran por lo intereses de un puñado de manipuladores; porque nadie merece perder parcial o íntegramente a sus seres queridos por la irracionalidad actual, y porque nadie tiene derecho a robarle la infancia a un niño de este, o cualquier otro, modo.
Si en realidad nos sentimos humanos, ¿cómo somos capaces de hacer esto?, ¿cómo permitimos que suceda?, ¿acaso podemos creer que alguien merezca esto?
Pensando en esto me acordé de algo que escribió hace un tiempo Eduardo Galeano: "Las bombas inteligentes, que tan burras parecen, son las que más saben. Ellas han revelado la verdad de la invasión. Mientras Rumsfeld decía: “Estos son bombardeos humanitarios”, las bombas destripaban niños y arrasaban mercados callejeros". Y mientras, en mi conciencia no se apaga el llanto de los niños heridos y de los huérfanos, menos aú el grito desgarrador de la madre que contempla a su hijo muerto....
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