miércoles, 21 de enero de 2009

¿Cabrón yo?


Soy de la idea de que así como todos tenemos nuestros quince minutos de fama, también contamos con otro cuarto de hora en la que a lo largo de nuestra vida, y de manera interrumpida, nos transformamos en auténticos cabrones. Recuerdo al menos dos momentos en los que realmente lo fui.

El primero ocurrió a inicios de la década de los años 90 en una cita con una mujer que conocí en una tienda fotográfica. Charlamos un rato, nos caímos bien  y quedamos para ir a cenar. Llegado el día, pasé por ella y, para impresionarla, fuimos al restaurante del Hotel Presidente. La velada iba bien, pero pronto tomó un giro inesperado cuando el maitre fue a tomarnos la orden y sin haber visto la carta, dijo: "Tráigame el plato mas caro". Entonces experimenté una sensación muy peculiar, mezcla del estupor y de la claridad mental momentánea, así que también me fui por el plato más caro del menú y para acompañarlo, el vino más costoso.  El vino llegó pronto y después de brindar por el "gusto" de habernos conocido, me levanté de la mesa parea hacer una llamada, si bien no paré de caminar hasta que me subí al coche y salí del estacionamiento. Sobra decir que fue la última vez que la vi.

El segundo se desarrolló unos cuantos años más tarde. Ese semestre impartía un curso cuya evaluación final consistía en la elaboración de una novela y de un examen acumulativo. Un par de alumnos aplicaron la ley del mínimo esfuerzo y me compartieron su deseo de irse al extraordinario pues en él sólo debían hacer el examen. "Es una cuestión de praxis, profesor", dijo uno de ellos, a lo que yo asentí sin compartir su parecer. No conformes con lo anterior, se dieron a la tarea de "alborotar al gallinero" invitando al resto del grupo a que siguieran su ejemplo. Pese a que nadie los secundó, si consiguieron enfurecerme lo suficiente para aplicar el principio de a cabrón, cabrón y medio el día del extraordinario. Fue la primera y última vez que he visto a un alumno llorar en un examen.

Después de habernos comportado de este modo, muchos nos sentimos extraños, a veces mal, porque consideramos que no somos así. "Fue como si en ese momento me hubiera transformado en otro", me explicó hace años un amigo cuando tocamos el tema. Y es que tendemos a ver la vida en blanco y negro, en absolutos que procuramos aplicar en nuestra existencias de tal suerte que nos sentimos Mr. Hide y aseguramos que los cabrones son los demás. Es por ello que cuando brota el Dr. House que todos llevamos en tatuado en nuestra natura, nos sentimos incómodos pues dejamos de ser víctimas para devenir en victimarios.

Con los años he comprendido que la manera de evitar este sentimiento es tomar conciencia de que nuestras existencias se desarrollan en la gama de grises que se hallan entre el blanco y el negro, de que en la vida, como decía el Buda, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional y que tenemos que empezar por conocernos mejor reflexionando sobre lo que somos capaces de hacer y no sobre los que "creemos" que somos capaces. Resulta muy difícil querernos a nosotros mismos si ni siquiera sabemos quienes somos. Hecho lo anterior, dependerá de cada uno determinar si se queda en este "Yo acuso" interno o trabaja para borrar de él algunos puntos.



4 comentarios:

  1. Antes que nada, querido hermano, bienvenido sea tu blog al ciberespacio. Definitivamente lo esperaba. Me acuerdo muy bien del episodio del alumno que lloró, si no me equivoco, yo era su contemporáneo, ¿no?

    En fin, como te comentaba el otro día, a mí la vida sí me hizo medio cabrón, pero un cabrón responsable.

    Un abrazo fuerte

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  2. Maestro,

    ...definitivamente quiero ser su alumno.

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  3. Javier Ortiz "Bombo"13 de mayo de 2009, 0:11

    Iñigo
    Si en algún momento tuviera que elegir a los mejores profesores que he tenido en mi vida, que por suerte no han sido pocos, sin duda estarías entre los primeros 3, y desde mi punto de vista, no es tan malo ser cabrón cuando la gente cree que no lo somos o no lo suficiente

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  4. Muchas gracias Bombo por tus palabras. Un abrazo

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