domingo, 19 de septiembre de 2010

Maldito dinero

Dice la sabiduría popular que el dinero trae dinero... y yo diría que a él le siguen un montón de gastos.

Hay veces que uno ya no sabes qué es peor: si recibir un pago a sabiendas de que el dinero que se recibe ya es propiedad de un banco, en este caso de mis  amigos de "Scotiabank", o, de plano, recibirlo  y echar a volar la imaginación pensando en cómo se lo va a gastar. De las dos opciones a mi me da más miedo la segunda  porque, a final de cuentas, es la primera pero en  versión cruel.

No sé por qué, pero cuando me cae un pago extraordinario algo, y no bueno, me acontece. Repentinamente mi computadora entra en agonía y veo cómo lentamente va perdiendo sus funciones vitales hasta quedar en un estado vegetativo que me pone de muy mala leche. Otras veces el coche se queja y exige un cambio de amortiguadores, de bandas o, de perdida, unas balatas nuevas; o la casa pide a gritos  cambios, cambios y más cambios. Y ni modo, debo decirle adiós al dinero con cara de compungido y con una serie de fuertes calambres en el codo.

La ocasión más ruda de todas sucedió hace nueve años justo el día que habia recibido un cheque de regalías. Había ido a la casa de una de las lectoras de mi tesis de maestría (que, a la postre, ni mi sinodal fue) para buscar sus correcciones. Estaba a punto de llegar a mi trabajo cuando ¡zas!... que atropello a un parroquiano.

Me quedé en el lugar hasta que una ambulancia se llevó a "la víctima" a la Cruz Roja. Por petición ed mi aseguradora y de José Ignacio, mi cuñado, me entregué en la oficina del Ministerio Público (M.P.) que se encuentra en el mismo hospital.

La experiencia resultó extraña porque tuvieron que trasladarme a otra agencia del M.P. para tomarme la declaración. El viaje fue cortesía de la Policia Judicial, que me mandó en una de sus patrullas con un par de judiciales que, además de atentos, resultaron ser unos conocedores consumados del género operístico.

Cuando llegué a la nueva agencia no me pudieron tomar la declaración porque como era la primera vez que en un atropellamiento el "agresor" se entregaba, ignoraban cuál era el procedimiento a seguir. Tuve que esperar hasta las 8:00 a.m. para que se diera el cambio de turno, mi esposa pagara la fianza con el cheque que había recibido menos de 24 horas atrás y llegara un abogado que mi primo político me había mandado y cuyo consejo fue: "Para la próxima mátalo. Le pagas el traje de pino al difunto y sales rápido de broncas".

Que los billetes ayudan mucho en la vida, es una verdad incuestionable. Sólo hay que tener cuidado y comprender que son como los hijos: en realidad no son nuestros y sólo están de paso.

domingo, 22 de agosto de 2010

Yo sólo sé que no sé nada de historia de lndependencia mexicana

Conforme se acerca más la supuesta fecha del bicentenario de la Independencia mexicana, las autoridades del país están más desquiciadas y yo me vuelvo menos "políticamente correcto" y mucho más jodón.

Hace una semana desfilaron por las calles del centro del Distrito Federal los restos de 14 héroes "que nos dieron patria y libertad".

La historia es curiosa pues para hacer este teatro, los restos fueron extraídos de la columna de la Independencia -y los de Vicente Guerrero, del Panteón de San Fernando. En principio debían ser 12 los héroes rescatados pero, ¡oh milagro!, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrieron gracias a la evidedncia documental, y no con pruebas de ADN, que en la columna descansaban los huesos de dos más: Pedro Moreno y Víctor Rosales (el último muy poco reconocido en la historiografía nacional). Más que buenos, los investigadores del INAH son magos a los que les bastan los documentos para sacar 13 héroes de donde en un principio había 11.

Otro dato llamativo es que para montar este paseo no se consideró incluir los huesos de Agustín de Iturbide (que reposan en la Capilla de San Felipe de Jesús de la catedral Metropolitana). Imagino que pesa más lo que dice la historia oficial que la verdad pues guste o no, fue Iturbide, y no Miguel Hidalgo, José María Morelos o el entrañable Xavier Mina, quien consumó la independencia.

Tradicionalmente se justifica este desprecio diciendo que fue un traidor de la Patria que se merece el olvido. Pero, ¿acaso no implica también traicionar a la Patria al evadir impuestos, saquear las arcas del erario público, hacer leyes que sólo beneficien a un puñado de mexicanos, cometer fraude electoral? Y pese a ello, todos los días vemos a estos "patricidas" dando conferencias por el mundo, saliendo en los medios diciéndonos lo que más nos conviene o dizque trabajando en los poderes federal, estatal y municipal. Preguntémosnos, entonces, quién ha hecho más daño a México y quién merece el olvido -además la cárcel, pues muchos de estos desgraciados se aprovechan precisamente del olvido para delinquir a sus anchas.

Pasear las osamentas de los héroes patrios y ponerlas en exhibición en una expsoición me parece, francamente, un acto circense de mal gusto. ¿Qué esperan nuestras autoridades con ello? ¿Esta es la forma en la que desean fomentar el nacionalismo? ¿Realmente buscan reavivar el nacionalismo o es una mera ocurrencia de José Villalpando? ¿Es así como los mexicanos hacemos Patria?

Sea lo que sea, lo cierto es que los festejos del bicentenario son una verdadera lástima. Las autoridades dejaron pasar una oportunidad ideal para asentar las bases de una historia nacional más de carne y hueso y menos de bronce, más madura y menos pueril, más veraz que ficticia y facciosa, sobre el nacimiento de México como un país.

En cambio, nos encontramos con la reiteración de los mitos (que siempre será más sencillo que lanzarse a la búsqueda de la verdad), el derroche de recursos en proyectos millonarios que parecen ser más producto de la improvisación que de la reflexión y la presencia de personajes nefandos más interesados en alcanzar el prestigio personal o de partido que en hacer las cosas bien.

Todo esto es, en síntesis, testimonio del problema fundamental que cargamos los mexicanos desde hace tiempo: "ser gobernados por políticos y no por estadistas".

martes, 10 de agosto de 2010

El inicio de cursos

Hace justo una semana iniciamos clases en la Universidad en la que trabajo y, la verdad, es que me está costando mucho trabajo.

Hace muchos años atrás solía pensar que el arranque de un nuevo semestre siempre era más difícil para los alumnos pues los maestros con experiencia, al fin maestros, ya estaban acostumbrados a ese trajín. Hoy, sin embargo, reconozco que estaba equivocado.

Y no me estoy refieriendo al tema de calificar trabajos y tareas, de por sí bastante aterrador al tiempo que enojoso, sino al simple hecho de iniciar un nuevo ciclo y lo que ello conlleva.

En prinicipio, hay ciertos cambios administrativos y técnicos que te dificultan las cosas precisamente por eso, por ser nuevos. Y es que justo cuando uno acaba de empezar a dominar un sdeterminado sistema, para subir calificaciones por ejemplo, éste sufre ciertos cambios que, en aras de hacerlo más amigable, te fastidian la vida pues implican, al menos en mi caso, una labor de reaprendizaje basada en la vieja técnica de "ensayo y error".

Luego siguen las bronquillas entre los colegas que surgen a raíz de la reasignación de la carga administrativa.  Quienes en el semestre reciben más, se quejan amargamente por considerarla como una pérdida de tiempo, en el mejor de los casos, o como un castigo por parte de la autoridad. Ello se entiende, no así el afán de algunas de estas personas por atacar a aquellos a los que se les ha quitado un poco de este "peso" para que se desarrollen en otras áreas.

Más allá de lo anterior, lo que más trabajo me cuesta es la renovación del "stock" estudiantil. Esta es la primera vez en los últimos 10 años en que me encuentro en la situación de no trabajar con gente conocida. Tengo cerca de 130 alumnos con los que tengo que trabajar y que me resultan completamente extraños.

Lo anterior puede parecer una tontería, pero no lo es. Cada generación que ingresa a la carrera es diferente, con todo lo bueno y lo malo que implica. Trabajar con gente nueva es un reto en cuanto a que tienes que conocerlos como personas y grupos; conocer cómo trabajan de mejor manera y qué actividades se las facilitan más; debes saber qué grupos trabajan más, cuáles son más disciplinados o aprehensivos e identificar a aquellos con los que hay que andarse con pies de plomo.

Cuando tienes al mismo tiempo grupos nuevos y conocidos la situación es un tanto diferente pues mientras que con los primeros llevas a cabo los procesos mencionados, con los segundos te puedes relajar  -al menos en la mayoría de lo casos- desde el primer día de clases y llevar con ellos una relación un tanto desenfadada.

Por otro lado, y recuperada ya la calma, debo confesar que este inicio de semestre es un reto interesante pues me resulta grato estar cerca de gente joven que se muestra llena de ilusiones, deseosa de aprender cosas nuevas y de demostrar todo lo que sabe. Si bien esta no es una receta para la eterna juventud, y yo no pretendo ser un Dorian Gray posmoderno, creo que al menos es una ocasión única para no perder "vigencia" al estar al tanto de los credos, frustraciones, ilusiones y reclamos de las nueva generaciones. 

Visto de este modo, me considero afortunado pues creo que somos pocos los que tenemos tan preciada oportunidad en la vida.

miércoles, 28 de julio de 2010

Guste o no, creo que...



Hace tiempo que deseaba escribir una entrada así, pero no me animaba. Un ejercicio como este es una especie de radiografía en la que, más que, desnudarse uno muestra de lo que está hecho; y, sin embargo, en ocasiones es necesario hacerlo.

Creo que el fútbol no es un deporte de panaderos, de la misma forma que usar un saco de pana con coderas de piel y llevar un libro bajo el sobaco no es sinónimo de ser intelectual.

Creo que no hay emoción más grande que gritar un gol a todo pulmón en el estadio o en la casa, tomar protesta al final de un examen profesional, decir "si, acepto" o cargar por primera vez a tu hij@.

Creo que es un auténtico privilegio tener la madurez para arreglar las "cuentas pendientes" con tus seres queridos y poderte despedir de ellos poco antes de morir.

Creo que hablar y escribir sin cesar con palabras redundantes es muestra palpable de pobreza intelectual y, peor aún, humana.

Creo que nos pasamos más tiempo preocupándonos por lo que los demás dicen y piensan de nosotros, que en saber qué pensamos de nosotros mismos.

Creo que cada uno de nosotros tenemos derecho a tener padres y abuelos que nos amen y nos soporten; pero no todos nacemos con el instinto, el deseo y las habilidades para serlo.

Creoque los hombres sabemos que la vida es cambio, una muerte constante de la que, tras los funerales y pésames, solemos olvidarnos.

Creo que debemos dar a otros una segunda oportunidad en esta vida, aunque es seguro que quienes no la merecen no lo agradecerán y echarán pestes de nosotros.

Creo que si existe la amistad verdadera del mismo modo que abundan quienes se hacen pasar por tus amigos para obtener un beneficio o, tmás triste todavía, porque esa es su naturaleza.

Creo que dar el privileguo de la duda no es producto de generosidad; por el contrario, es un acto que hace más llevadera nuestra existencia.

Creo que los que defienden la idea de que a quien no le gusta el tequila y el mariachi no es mexicano son , en realidad un puñado de patrioteros que no tienen la menor idea de lo que significa vivir en este país hoy.

Creo que la política mexicana es un sistema parasitario que se nutre inmisericorde del pueblo y que la diferencia entre los ladrones y nuestro políticos es que los segundos están legalmente habilitados para robar.

Creo que los humanos somos seres que hemos nacido para ser felices, pero muchos son lo suficientemente idiotas para creer que reside en una inmensa cantidad de tonterías.

Creo que todas nacemos iguales, pero como a muchos les resulta tan chocante la idea, no pierden ocasión para diferenciarse de los demás.

Creo que el hombre es bueno por naturaleza, del mismo modo que entiendo porque Maquiavelo lo concibió como un ente perverso y egoísta dada la notable habilidad de muchos para acumular mierda con los años.

Aclaro que no afirmo que todo lo que he dicho sea verdad, más bien que, guste o no, esto es en lo que creo...

martes, 13 de julio de 2010

Sobre los cumpleaños

Acabo de cumplir 41 años y lo digo con satisfacción y orgullo Con orgullo por las cosas que he podido hacer en todo este tiempo y poeque estoy vivo; con orgullo por la cantidad de felicitaciones que recibí hace unos días, la mayoría de ellas sinceras.

Lo cierto es que cada cumpleaños se debe celebrar de forma diferente pues, además de que uno es más viejo, las circunstancias cambian de un año al otro, de una década a la otra. Cuando era un niño, además de los regalos me encantaba que cada 8 de julio fuera yo quien escogiera el menú para la comida, mismo que consistía en un puré de frijoles, un pollo como sólo mi abuela Mari lo sabía hacer y un pastel de moka de Arnoldi. ¿Soso?, si; ¿aburrido?, tal vez, pero era lo que a mi me gustaba en ello encontraba el mayor de los regalos.

Luego vino el verano de 1987, la primer celebración que pasé lejos de casa, pero no por ello sólo. Gracias a mi primo Nacho y sus amigos, algunos de ellos mis amigos ahora, me la pasé como nunca antes lo había hecho. Fuimos a "El Puentín", un merendero muy famoso en Gijón que terminó siendo vistimado por el progreso, donde bebimos sidra, comimos tortilla de patata y chorizos a la saidra; nos tomamos un montón de fotos -que por pudor ni me atrevo a subir- y recibí regalos tan extraños como un soldado alemán de la II Guerra Mundial que se encuentra cagando -y que aún conservo-, un calendario del kamasutra y una camisa negra con morado, por citar algunos presentes. De ahí nos marchamos todos, medio entonados, a "El Oasis"  a pasar la tarde bailando como enajenados.

Otras veces tuve la fortuna de que me tocara estando de pata de perro. Así, la primera vez que puse un pie en París, acompañado de mi amigo Mario, fue un ocho de julio, bastante ajetreado, por cierto, pues llegamos sin tener un lugar donde quedarnos y con unos conocimientos menos que elementales del francés. En otra ocasión vez tuve la oportunidad de darme como auntorregalo una visita de varias horas al Museo Británico, no soy muy afecto a los museos pero era la primera vez que estaba en Londres.

Recuerdo una vez que me dio por juntar a mis amigos de la prepa con algunos de los alumnos de la escuela en la que deba clases y nos fuimos al famoso "Salón Tenampa". Bebimos como cosacos, jugamos a ver quién era la persona que más aguantaba los toques eléctricos (la final la disputaron Soto y Chück y, si mal no recuerdo, ganó el último) y, a la salida, tuve que llevar a un alumno encajuelado -el sueño de cualquier profesor, en verdad- pues ya no había lugar en el coche. Lo malo de ese cumpleaños es que de regreso a casa rompí el carter del aceite del viejo Tsuru que entonces manejaba.

También he pasado muy buenos cumpleaños en compañía de mi esposa, hija y padres (el último con mi madre en el 2006). Claro que son menos movidos, pero me encantan porque son diferentes a los que vividos como hijo de familia. Levantarse al son de las "mañanitas", recibir besos y abrazos y abrir semi dormido los regalos es, simplemente, una experiencia indescriptible.

En síntesis, he estado muy celebrado, muy reconocido y muy regalado a lo largo de todos estos años. No debería tener queja alguna y en prinicipio así es, el menos hasta que me acuerdo que hay un regalo -el de mis sueños- que me ha sido prometido pero jamas concedido Creo que jamás lo disfrutaré y, aún así, no pierdo la esperanza de recibirlo algún día.