Sé que no tengo perdón de Dios. Las pocas entradas que escribí fueron al inicio y al final de este año, y, sin embargo, estoy ahorea reflexionando sobre la totalidad del año.Una disculpa, pero ni modo, así soy de impresentable.
A reserva de otras ocasiones, no pienso quejarme ni lanzar improperios contra el 2013 pues, en general, me trató muy bien en lo académico, personal y profesional. Claro que hubo excepciones, algunos momentos malos, pero ¡bah!... ¿a quién le importa?
Entre todas las cosas que me quedaron pendientes y que ya quiero corregir es esta, la de mi blog. Lo descuidé mucho por motivos que expresé en una entrada anterior (la penúltima, me parece) y, para ser sincero, hubo momentos en los que lo extrañé por ser un espacio catártico donde la alegría, el enojo, la nostalgia y los recuerdos se entremezclan y me permiten lo mismo desahogarme que entretenerme.
Si algo me enseñó este año, y en parte el 2012, es que hay que hacer las cosas con decisión para tener más posibilidades de éxito y si no éste no llega, ni modo, hay que seguirle dando duro para alcanzarlo. ¡Vamos, nadie es tan mal como para no alcanzar más de un triunfo en la vida de vez en cuando!
De igual forma, no hay que esperar a que llegue una fecha especial, como el fin de año, por ejemplo, para iniciar o retormar un proyecto o para corregir el rumbo de uno que ya esté en marcha. Cualquier momento es bueno mientras uno tenga la motivación para hacer lo que quiera, y deba, hacer.
En fin lo que importa, amigo lector, es que el año 2014 sea generoso contigo en todo lo que necesites y en todo lo que quieras y, sin que sea, amenaza, nos volvemos a leer.
¡Un saludo!