El capitán no podía quitar su mirada de aquel objeto. Era, y por mucho, la mejor nave que había tenido en la vida.
-Observa ese chasis -me dijo sin ocultar su emoción-. Está fabricado con acero de la mejor calidad. Basta tocarlo para darse cuenta de ello.
-No lo dudo -respondí-, pero hay un detalle que debería considerar...
-¡Y esos asientos de cuero! -me interrumpió-. Son muy cómodos, pero lo más importante es que son de lo más caro que se puede encontrar en el mercado. Si te dijera lo que vale el metro cuadrado, no darías crédito.
-Sin embargo...
-Agáchate y revisa los neumáticos... ¿Lo has notado?
-¿Notar qué?
-¿Qué va a ser? ¡El dibujo, tonto! Está hecho a mano. Aunque en lo que al frenado se refiere, no hay diferencia con los neumáticos tradicionales. Pero da lo mismo, porque soy de las pocas personas que puede presumir que los manda fabricar de manera artesanal. ¡Impresionante!, ¿verdad?
-Si..., de no ser por un detalle, capitán -dije con muy poco entusiasmo.
Pese a que su rostro se encendió y sus ojos se inyectaron de sangre, el capitán realizó un esfuerzo notable para controlarse.
-¿Y podría saber qué es lo que tanto te molesta?
-No niego que tiene razón en todo lo que ha dicho; sin embargo, ¿se ha fijado que la nave no tiene motor?
El hombrelanzó una risotada.
-¿Y qué con eso? Debes recordar, hijo, que lo importante en esta vida no es que sirvan las cosas, sino cómo se ven. Hoy en día cualquier capitán tiene una nave que funcioné, en cambio, muy pocos cuentan con una tan bella y lujosa como esta...
-No niego que tiene razón en todo lo que ha dicho; sin embargo, ¿se ha fijado que la nave no tiene motor?
El hombrelanzó una risotada.
-¿Y qué con eso? Debes recordar, hijo, que lo importante en esta vida no es que sirvan las cosas, sino cómo se ven. Hoy en día cualquier capitán tiene una nave que funcioné, en cambio, muy pocos cuentan con una tan bella y lujosa como esta...
© Iñigo Fernandez Fernández, 2011.