Todos tenemos un paraíso en esta tierra y todos nos vemos obligados a perderlo inexorablemente. Ignoro si sea una ley de vida, lo único que sé es que a todos nos pasa.
También sé que existen tantos paraísos como personas en este mundo. Aunque no lo busque, cada uno de nosotros termina por hallarlo. A veces es un descubrimiento tan grato como casual, mientras que en otras se trata de de la consecución de un proyecto calculado años atrás. Lo importante es saber que detrás de ese lugar tan especial, de esa compañía tan deseada, de ese encuentro tan emocionante, de aquel platillo tan evocador se encuentra un paraíso reservado para nosotros.
Disfrutamos nuestro paraíso, nos regodeamos en él y somos tan ingenuos para creer que siempre lo tendremos hasta que un día nos damos cuenta de que lo perdimos. No tenemos claro el como, mucho menos el cuando, y la única certeza que tenemos es el vacío que queda en nuestro ser. Unos antes y otros después, pero todos cedemos a la tentación y nos damos a la tarea de buscar las causas y los momentos que dieron al traste con nuestro paraíso. Rebuscamos en el pasado y nos convertimos en arqueólogos de nosotros mismos para descubrir que las respuestas halladas ni nos brindan consuelo ni sanan nuestras heridas.
Es entonces cuando he llegado el momento de volver a echar tierra en los restos que aún conservamos y lanzarnos a la búsqueda de un nuevo paraíso para el "aquí" y el "ahora"...