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domingo, 30 de octubre de 2011

El cine de terror


Octubre llega a su fin y los muertos, tanto en su versión sajona como hispanoamericana, ya están por regresar. Es una idea bella lo mismo que aterradora. Bella porque nos permite creer que ni la muerte puede acabar con los vínculos que nos unen con nuestros seres queridos; aterradora, creo, porque esta clase de visitas no es del todo natural.

Como ya lo he dicho en otras ocasiones, a mí me va lo segundo. Gusto mucho de esta época porque es muy generosa en historias macabras, decoraciones terribles y, particularmente, películas de terror. Es fabuloso echarle un ojo a la tele y ver la cantidad de filmes nacionales y extranjeros que dan cuenta del malévolo retorno de los muertos o de caulquier otro tema que pueda, aunque sea de vez en cuando, arrancarnos uno que otro grito.

Confieso que me gusta el cine de terror malito por el simple hecho de que no me asusta. Siempre es más cómodo reirse del humor invlountario que abunda en la mayoría de estos filmes que verse obligado a gritar o, bien, ir al baño con rapidez.

Hubo un tiempo en la presparatoria que los amigos nos juntábamos en casa de mí amigo Carlos para hacer nuestros maratones de terror. Durante seis horas o más, nos encérrabamos en su cuarto para ver "Mi sangriento Valentín", "Halloween 1", "Halloween 2", "Galería nocturna"... hasta que no podíamos mantener abiertos nuestros ojos. Con el tiempo, suspendimos las sesiones pues ya nos sabíamos de memoria hasta los diálogos más insulsos.

Lo anterior tampoco implicó el fin de nuestra afición, pues cambiamos de medio. Ahora nos reuníamos en casa del Lajartijo para preparnos unas suculentas y carnívoras cenas, encendar la chimenea de su sala y leer algunos relatos de miedo escitos por el maestro de maestros, H. P. Lovecraft a la luz de los leños que ardían. Nadie salía espantado de esa casa..., pero daba lo mismo, teníamos el estógamo lleno.

Son pocos los filmes de terror que realmente me han sacado mucho más que un susto. De los primeros que recuerdo está "El misterio de Salems Lot", una historia escrita por Stepehen King que me hizo agradecer no tener un hermano, más aún vampiro. Luego siguió "El misterio de Amityville", una película de posesión satánica que me hizo tener pesadillas por más de dos semanas y reconocer que era un mamón cuando afirmaba que nada me daba miedo. Continuó "Pesadilla en la Calle del Infierno", con la que grité más de un par de veces en una sala llena de personas que eran insensibles o, de plano, mudas. La última que vi en el cine fue una nueva versión de "El exorcista", pero no tuvo tanto chiste pues un jesuíta me había contado antes la historia en la que se inspiró la cinta.

En lo que se refiere a los DVD, la película que me aterró, y bastante, fue la de "El ente". Creo que nadie que se reconozca como mentalmente normal, si es que ese concepto existe, puede permanecer impávido al ver cómo un ser inmaterial viola una y otra vez a una pobre mujer que, para colmo de males, es madre soltera y pluriempleada.... ¡Eso si es una putada!

Lo bueno del género es que, a pesar de todo, no supera a la realidad. Da más miedo llegar a fin de mes sin un centabvo en el bolsillo, atender los reclamos de un montón de alumnos furibundos, estar detrás de los profesores para que hagan su trabajo (nórtese que omití el término "bien"), aguantar los berrinches de una niña de seis años, estar por más de una hora en una fiesta infantil, ver dos veces seguidas cualquier película de Barbie, ir a una oficina de gobierno para realizar cualquier trámite. Estas son pesadillas de las buenas, de esas que si se cumplen...

domingo, 20 de febrero de 2011

Mi relación con el "Kilómetro 31" del cine mexicano

Soy un fanático del cine de terror, aunque bastante frustrado. Lo primero, herencia de mí madre, lo digo como quien reconoce un vivio confesable. Fueron muchas las noches y madrugadas que nos pasamos delante del televisor, a veces muertos del miedo y, en otras, riendo con un humor involuntario. Lo segundo, en cambio,  se debe a que mi esposa aborrece el género y como sólo tenemos un televisor en la casa, pues suelo dar por perdida la "batalla terrorífica".

Que conste que no he renunciado a esta clase de películas, más bien a verlas con la frecuencia que quisiera. Así, cada vez que ella sale de la ciudad, aprovecho para ir a "Blockbuster" y pasarme cerca de dos horas de terror sabatino en compañía de una cerveza y una  buena dotación de palomitas de maíz. El sábado pasado no fue le excepción.

En esta ocasión elegir la película fue en sí un problema. Creo que el espíritu de Emilio, "El Indio", Fernández se posesionó de mí cuerpo y me obligó a elegir una producción mexicana. Como que me dijo: "Escoge esa que dice Kilómetro 31, m'ijo. No seas un pinche malinchista y apoya a la industria nacional"; y yo, lamentablemente, le hice caso.

Reconozco que tiene efectos especiales muy buenos y que algunas de las actuaciones son buenas. Es más, al principio si tenía miedo gracias a un méndigo chamaco azulado al que casi nunca se le ve su cara tan macabrona; sin embargo, cuando apareció Claudette Maillé (vestida, lo que es algo raro) todo se fue al caño. Y no, no se debió a ella, sino a su mamá en la vida real, la galerista mexicana Mercedes Iturbe, a la que un compañero del INBA solía llamar con gracia "Mercedes La Turbia". Ver a Claudette y acordarme de la frase bastó para que lanzara una carcajada y dijera adiós al terror o como se le quiera llamar.

Malo cuando en un filme de terror mexicano se recurre a la historia, más aún si se trata de la época virreinal. Eso ya está vístisimo, al menos desde las décadas de los años cuarenta y cincuenta.. Peor aún cuando se hace referencia, aunque sea de filón, a la leyenda de la "Llorona". Pésimo cuando por no querer ser tan predecible como todo parece ser, se confunde al espectador sin ton ni son  y se le obliga a zamparse un final abierto y muy apresuradito. ¡Diablos! ¡Simplemente no puede ser! Lo terrorífico es que pasa el tiempo y se sigue en las mismas; no se innova ni de milagro y, peor aú, se cree que los espectadores somo un hato de bovinos descerebrados... Aunque lo cierto es que hay un pequeño hato de bovinos descerebrados que si se maravillan con estas vaciladas.

En conclusión, la proxima vez que me encuentre en una situación, silenciaré al "Indio" Fernández y eligiré mis películas de terror asiáticas. Ignoro si para su región son origioenales, al menos de tan exóticas me entretienen más.