Después de mucho tiempo, finalmente fui al cine la semana pasada para ver la película "Colosio. El asesinato". En realidad la película no es del otro mundo pues no dice más de lo que todos hemos escuchado alguna vez (estaría pelón que diera una nueva pista sobre un hecho tan manoseado); la ausencia de referencias claras y directas pone en evidencia que fue realizada con un espíritu de autocensura propio de los años sesenta y setentas mexicanos, y el final, es indigno hasta para una película de las de "tres pesos".
Pese a lo anterior, la película tiene algo que me encantó: su poder de evocación. Unas cuantas escenas bastaron para echar a andar mi memoria y recordar un sin fin de anécdotas, imágenes y sentimientos en torno al este hecho, Por ejemplo, recuerdo que ese día fui con un grupo de alumnos de preparatoria al ITESM, campus Estado de México, para asistir a un modelo de Naciones Unidas; que mientras manejaba escuché en el radio que había muerto Walter Lantz, el creador del Pájaro Loco y otras caricaturas; que de regreso pase al archivo histórico de los jesuitas, lugar donde también trabaja y en el que me enteré del asesinato de Colosio; que regresé a casa de mis padres a toda prisa y sin dejar de prestar atención a lo que se decía en la radio.
Pero lo que más me marcó fue el momento en el que se anunció la muerte de Colosio. Ya nos llevó la chingada, pensé. Y no era para menos si recordamos que en esos tiempos quien era candidato a la presidencia era, en realidad, el virtual presidente del país.
Sin embargo, la realidad era otra, pues ya hacía un rato que la chingada no estaba llevando. Las constantes menciones de Carlos Salinas de Gortari de que México era una nación del primer mundo, la muerte del cardenal Posadas Ocampo, la investigación tan turbia que le siguió, el surgimiento del EZLN, la violencia con la que se le reprimió en un principio, entre otros tantos hechos, eran testimonio de que las cosas no marchaban bien en México. Hechos posteriores, como lo ocurrido a los hermanos Ruiz Massieu, tan sólo sirvieron para corroborar lo anterior.
Hoy, a dieciocho años de distancia, veo que seguimos de gira con la chingada, que el país ha cambiado aparentemente para no cambiar y que, peor aún, lo de Colosio es otra pieza más de una realidad que supera, y por mucho, a la fantasía. Vivimos en el siglo XXI, pero hay veces que creo que seguimos viviendo en el México del siglo anterior, en ese país donde todo es corrupción y tranza y en el que APARENTEMENTE estamos condenados a repetir la historia de siempre...
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