Hay veces que cuando uno está a punto del agotamiento físico y mental, el cuerpo reacciona y segrega alguna substancia que, ante mi desconocimiento, me gusta llamar "valemadrax".
Son raros sus síntomas. Estás a mitad de una fiesta, cayéndote de cansancio y, de repente, ¡zas!, empiezas a animarte y a tener ganas de tomarte otro vodka, platicar más con los amigos y hasta deseas bailar el ritmo que te echen. Así, una reunión a la que pensabas darle mate a las 11 de la noche puede tener vida hasta las 5 de la mañana del día siguiente.
De igual manera, situaciones que en condiciones normales podrían desquiciar al temple mismo, ahora te resultan curiosas o, en el peor de los casos, "exóticas". Las ves con cierta curiosidad, piensas en las posibles consecuencias que podrían acarrearte y las dejas pasar con tranquilidad, como si nada.
El cansancio es así de cruel. Te atormenta chupándote toda la energía para darte luego tu ración de "valemadrax" y dejarte como una seda. Claro está que luego llega el momento de asumir las responsabilidades para evitar que las consecuencias, al menos las malas, se materialicen. Para ello no hay nada mejor que un puñado de amig@s que estén dispuest@s a rifársela por uno.
A tod@s ell@s le doy las gracias por el apoyo que me brindaron hoy.
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