Doy gracias a la Universidad Complutense de no estar en México este 5 de julio. Y lo agradezco porque, por primera vez en mi vida, estaba contemplando la posibilidad de no votar en las próximas elecciones.
La primera vez que voté fue en 1988, en aquellas elecciones en las que el sistema "se cayó" (y se calló) para darle el triunfo al candidato del PRI -Carlos Salinas de Gortari, las mismas que, según cuentan las malas lenguas, le costaron la vida a Manuel Clouthier. Ese fue mi despertar a la política y vaya que si fue intenso pues participé en manifestaciones, fui a mítines y recabé para sumarme al repudio y descontento de millones de mexicanos contra aquel fraude vergonzoso.
Aunque no logramos nuestro objetivo, lo cierto es que el país iniciaba una nueva etapa en su vida política. Con el deseo de paliar el descontento imperante, el gobierbo de Salinas de Gortari permitió en 1989 que por primera vez desde la fundación del PNR/PRM/PRI un candidato de oposición -Ernesto Rufo- llegara a la gubernatura de un estado de la federación -Baja California. De igual forma se llevaron a cabo una serie de reformas electorales que permitieron la creación de Comisión Federal Electoral (hoy el Instituto Federal Electoral) y del cargo de jefe del Gobierno del Distrito Federal a quien los habitantes de la capital del país podríamos elegir en 1997.
Rememoro con especial emoción que, estando en España, devoré El País para no perder detalle sobre el triunfo de Cuauhtémoc Cárdena en las primeras elecciones para el jefe de gobierno. Era la primera vez desde el fin de la Revolución que el Distrito Federal era gobernardo por la oposición. De igual manera no puedo permanecer impasible ante el recuerdo del 2 de julio del 2000 y, en especial, del discurso de Ernesto Zedillo en cadena nacional en el que reconoció el triunfo del panista Vicente Fox, quien sería el primer presidente de oposición que tenía México desde tiempos de Francisco I. Madero en 1911.
Como muchos otros mexicanos, sabía que el 2 de julio del 2000 no era un triunfo en sí, sino el inicio del una época de trabajo arduo y de tensión. Pero de ahí a lo que estamos viviendo ahora... hay un gran trecho. Hablo a título personal, no podría ser de otra forma, cuando digo que los partidos políticos son vientres estériles de ideas y de líderes; cuevas de ladrones o, en el mejor de los casos, de adictos al poder; asociaciones de tipejos que se agrupan por intereses tan obscuros como indignos; populistas de colores que prometen a la gente lo que quieren escuchar con tal de mantener el registro y proseguir con el "negocio familiar". No niego que existan políticos probos, del mismo modo que estoy convencido de que resulta imposible formar parte de este sistema sin mancharse de mierda en el camino.
Si los partidos políticos no me representan, como imagino que sucederá con otros, no veo la necesidad de tener que elegir a alguno de ellos, lo cual no implica que me abstenga de votar. Para mi el voto en blanco (tal como aparece en la imagen) ha sido una buena opción para ejercer mi derecho a voto sin tenérselo que dar a los politiquillos y mandar un mensaje a los partido y al IFE a favor de las candidaturas ciudadanas. Sus detractores podrán decir que es una estrategia del conservadurismo mexicano, un acto antidemocrático, un atentado contra el país, pero lo cierto es que es LEGAL en cuanto a que la LEY LO PERMITE.
Ya veremos este 5 de julio cuál es el sentir de los electores a través de 3 caminos:
1.- Porcentaje de abstencionismo.
2.- Porcentaje de votos obtenidos por los partidos.
3.- Porcentaje de votos en blanco.
Es mi primera votación, no logro decidirme por alguién y veo el voto en blanco como una manera muy loable de expresar mi desacuerdo con el mal manejo de este país, pero también tengo la incertidumbre de que si voto en blanco me presto a que los partidos puedan hacer de las suyas y robarse votos...
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